por José Luis Sito
Hay un problema cuando lo que tenemos a la vista es diferente de lo que deseamos. Y el problema es la importancia que han tomado, y se les da, a los artistas del espectáculo. Importancia hoy día desmesurada.
Elvis Presley o los Beatles, por poner algún ejemplo, no andaban por la vida dando entrevistas en las que opinaban de todo y sobre cualquier cosa. Ahora estos artistas del espectáculo, como Miguel Bosé o Sean Penn, pretenden ser los pensadores, los intelectuales. En realidad sólo opinan. Opinar es la antítesis, el exacto opuesto de pensar.
Estas personas, por el sólo hecho de tener día y noche un micrófono delante de la boca, se sienten obligados a, y vanidosamente se consideran los elegidos para, emitir sentencias y juicios a diestra y siniestra. Pero son únicamente declaraciones de individuos que en la inmensa mayoría de los casos no saben de lo que hablan, ni tienen capacidad ni legitimidad para hablar públicamente. Mejor dicho: tienen todo el derecho de hablar públicamente, pero como lo tienen todos los ciudadanos. Bosé o Penn son tan ciudadanos como cualquiera.
Cuando se les da la palabra a personas que no están calificadas en ningún sentido para hablar de cosas tan graves e importantes como la represión en Cuba, y sobre todo, cuando sólo se les da la palabra a estas personas, sencillamente se pervierte la palabra pública, esa del ágora donde todos tienen derecho a hablar por igual. Dando la palabra únicamente a estos agentes del espectáculo, se mueve y se conmueve a la opinión pública en general. Se distorsiona.
Un trastorno se ha producido: los medios de comunicación ya no privilegian lo complejo o lo profundo, sino lo espectacular y lo simple, lo fácil. Los Bosé, Toledo y Penn son ideales para esto. Con ellos las ventas son más rápidas y seguras.
A la industria del espectáculo no le importa en absoluto lo que dicen Bosé y compañía: le importa que digan. Que digan lo que quieran, pero que digan. Es hablar por hablar. Producir palabras es lo que se busca. Estos productos hablados luego serán vendidos por todos los rincones de la esfera mediática.
Lo que no entiende la mayoría es que la información se fabrica, se produce. Y hay cada vez más actores (comediantes, polichinelas) de la información. Directores, productores, guionistas y actores de la información: todo un cine del espectáculo informativo. Triste espectáculo.