por Richard del Monte Jr.
En una ciudad como Miami el entertainment provoca nuestra muerte social al tiempo que, curiosamente, nos salva de ella. Depende de la clase de entertainment de que hablemos y del tipo de consumidor que le eche mano. Entiendo que la idiotización del consumidor, a escala global, seguramente ha entrado en una etapa expansiva, pero tampoco hay que exagerar. Todos somos idiotas en primera instancia. El mundo no ha sido levantado sobre la sangre y el sudor de millones de millones de millones de idiotas, sino a pesar de su sangre y su sudor. En cualquier caso la idiotez es inextinguible.
Un entertainment como Internet, y dentro de él un entertainment como Match, representa otra clase de entertainment. Entertainment combatiendo el entertainment a través de la superposición de miles y miles de perfiles anhelantes, solitarios, febriles –e incluso gélidos, distantes, hay de todo en la viña de Internet– en su afán de dinamitar la muerte social que les acecha en sus pisos, en sus burós, al volante de sus automóviles. Frente al retrete, con el culo al aire, la muerte social mea en zigzag, extasiada en la acrobacia de su orina.
Me muero y resucito socialmente todos los días, frente a la pantalla del ordenador. ¿Matchtirizado?