José de Armas nació en Guanabacoa en 1866 y murió en La Habana en 1919. Pasó su infancia en Estados Unidos. Abogado y periodista, se licenció en Derecho por la Universidad de La Habana y desarrolló una intensa actividad periodística en Cuba, Estados Unidos y varios países europeos. Fue miembro de la Real Academia Española, de la Academia de la Historia de Cuba y de The Spanish Society of América. Fue corresponsal de los periódicos El Mundo y Heraldo de Cuba durante la Primera Guerra Mundial. Los fragmentos a continuación son extraídos de un artículo publicado en La Lucha el 3 de abril de 1899.
De la justicia
No basta decir que va a constituirse en Cuba, en el futuro, una República libre e independiente. Hay que hacer en el acto a los cubanos hombres libres al amparo de leyes civilizadas. No puede un pueblo ser libre cuando sus hombres no lo son. La libertad no consiste sólo en el Gobierno, ni en que formen el Gobierno estas o aquellas personas. La libertad consiste en que el ciudadano en su hogar, en la calle, en medio de sus negocios, se sienta garantizado contra las arbitrariedades del poder y las tramas de la venganza. Las leyes de España en Cuba colocaron siempre al cubano en situación inferior. Pero todo lo que esas leyes tenían de cruel e injusto, debió haber caído el 1 de enero con la bandera que las mantenía. Conservar las leyes y cambiar la bandera, no es más que sustituir un trapo por otro.
De la libertad y la ley
Hermosa Libertad. Diariamente a seres humanos titulados libres se les encarcela por jueces que fueron nombrados en su día por el Rey de España, se les incomunica, se les ocultan las acusaciones que existen contra ellos y el nombre de sus acusadores y se les niega hasta la existencia de un abogado defensor. El procedimiento es inquisitorial. Donde tales cosas ocurren se vive en plena Edad Media. Pero hay algo todavía más horrible. Lo más horrible no es que sucedan tales cosas, sino que existan quienes las defienden y aún a nombre de la libertad.
Aquí José de Armas crítica la permanencia en la Isla de los vicios más abyectos de la administración española, sobre todo con respecto al irrespeto escandaloso de las libertades y los derechos de las personas, incluso luego de haber pasado el país a soberanía norteamericana al final de la guerra de 1895-1898. Desgraciadamente, la colonia pervivía en La República, como advirtieron algunos prohombres cubanos en las primeras décadas del siglo XX. Un siglo después se reproducen en Cuba tales aberraciones, pisoteando el actual gobierno --que rivaliza en represión y horror con los más sanguinarios Capitanes-Generales del despotismo colonial— los más elementales derechos de los ciudadanos cubanos que aún siguen luchando por su libertad.
De la serie Pensamientos Cubanos, de Enrique Collazo