por Enrique Collazo
Recientemente, una encuesta realizada por Diálogo Interamericano y la Universidad Internacional de la Florida (FIU) indicó que los envíos de remesas a Cuba habrían acentuado las diferencias raciales en la isla, dado que la mayor parte del exilio cubano está conformado por personas de raza blanca –o lo que así se considera en Cuba- y, como el dinero lo envían a sus familiares, ello ha aumentado la desigualdad frente a los sectores poblacionales negro y mestizo.
Precisamente, uno de los graves problemas que tendrá que encarar la Cuba del futuro es el racial. La inmensa mayoría de la emigración cubana es blanca y, por efecto de la incesante diáspora que empobrece al país desde los años sesenta, actualmente alrededor de la mitad de la población de la Isla es negra o mulata. Ello encierra una dificultad añadida si se considera que la lenta pero creciente privatización de la economía cubana ha minado las bases que sustentaban los niveles de igualdad racial alcanzados en el período posterior a 1959.
Como señala el historiador Alejandro de la Fuente, el vínculo entre revolución y justicia racial implica que dicha justicia dependa de una serie de premisas estructurales y de la capacidad del Estado para su fomento y subvención. Pero precisamente esa efectividad le ha fallado al Estado cubano debido a la permanente crisis que atraviesa. Por consiguiente, se han abierto nuevos espacios para la acción social de las ideologías racistas, las cuales, combinadas con una severa penuria material y de recursos, alientan prácticas discriminatorias y generan tensiones étnicas. De la Fuente apunta que actualmente "la raza se halla en el centro mismo de la crisis cubana", y no le falta razón.
Tras el fin de la dictadura, lograr la estabilidad política en el país y un ambiente favorable para que los mecanismos democráticos y las nuevas instituciones cumplan su función y sean respetadas —arraigándose gradualmente los hábitos de una cultura democrática en el tejido social—, requerirá de mucho tiempo y bastante paciencia. Si la recuperación material de Cuba no viene acompañada de alguna forma de motivación espiritual, de un sistema de valores que contribuya a superar la vergonzosa situación presente, la alternativa política que se adopte carecerá de bases estables.