por Armando Añel
Hemos puesto otro muerto. “Hemos”, por supuesto, se refiere a ese segmento de la nación, mayoritario indudablemente, que quiere lo mejor para Cuba: la democracia, la libertad, los derechos humanos. Segmento nacido en un país donde desde hace más de medio siglo, para decirlo con Pablo Milanés, la vida no vale nada.
La muerte de Adrián Leiva constituye una terrible denuncia contra el estado de cosas imperante en la Isla. Pero, además, contra aquellos que internacionalmente han apuntalado durante todos estos años a la dictadura, como revela este fragmento de la carta que le dirigiera el propio Leiva al canciller castrista Bruno Rodríguez (con copia al español Moratinos), hace pocas semanas:
“Yo soy unos de los miles de casos donde se viola el más sagrado derecho de todo ciudadano, con el agravante de la tortura mental a la que se me somete. El derecho a la vida en la patria. Luego de cumplimentar todos los trámites establecidos se me niega la entrada a Cuba. No soy un asesino, delincuente ni terrorista. He enviado varias cartas a Ud. No he recibido ninguna respuesta. Obra en mi poder un expediente con las pruebas de mi caso, además de las cartas que he enviado a varios jefes de Estado y Gobierno, entre ellos al Gobierno Español y al Vaticano.
“¿Cómo califica está violación de mis derechos humanos, de la cual tiene Ud. pleno conocimiento?
“La actual política migratoria constituye una aberración anticubana y humana del gobierno hacia el pueblo. ¿Por qué los cubanos tenemos que pedir visa para entrar a nuestro país o viajar al exterior? ¿Por qué se nos aplica un destierro encubierto bajo la denominada salida definitiva, cuando emigramos temporalmente?
“Ningún delincuente ni mercenario se inmola como último recurso en defensa de sus derechos humanos. No se puede continuar acusando inmerecidamente de delincuente y mercenario a cada cubano que intenta reclamar sus derechos”.
“Patria o muerte”, insiste la consigna oficial. Y la patria, para ellos, vale nada. Muerte es lo único que hoy por hoy puede ofrecerle el castrismo a los cubanos.