por Delio Regueral
Silvio Rodríguez (SR) responde a Carlos Alberto Montaner (CAM), y como argumento insigne plantea el papel de las tropas cubanas en Angola como principio del fin del apartheid, en palabras de Nelson Mandela. SR divaga como ejercicio habitual y olvida que, además del apartheid en África, que sin dudas fue una vergüenza, hoy el tema que ha generado el intercambio de cartas abiertas entre él y CAM es Cuba como otro ejemplo de desvergüenza.
Justificar un mal como necesario legitima todos los males en el mismo criterio. Los males han ido siempre a beneficio de quien los realiza, no de quien los sufre. Silvio ignora que ahora ese mismo ejército que participó en la guerra de Angola no puede ganarle la guerra a un puñado de mujeres armadas con gladiolos, a un puñado de escritores y periodistas armados con computadoras, a un puñado de pueblo armado con celulares y cámaras de video, a un puñado de ciudadanos hartos del abuso y de las promesas vacías, apuntaladas por una caduca ideología que emergió vendiendo esperanza para un futuro que no llegará jamás. Ideología, o doctrina, diseñada para que la esperanza siga siendo la meta. Para dibujar el comunismo no hay mejor representación que la del burrito como el pueblo, y a su lomo el dictador sujetando en la punta de la vara una rojiza zanahoria, la imagen del futuro.
Ingenuo yo que creí que Silvio había sentido el dolor ajeno, la vergüenza ajena que hoy se confirma suya, propia. Creí que volvía a hacerle honor a sus canciones, no quería creer que éstas sólo hubieran servido para vender esperanza y, por supuesto, discos. SR no madura, quedó varado en el idealismo propio de los universitarios. “El que no haya sido comunista antes de los veinte años no tiene corazón… y el que lo siga siendo después de los treinta no tiene cerebro”.
Anticipo que el intercambio entre SR y CAM se acabó. Para un diálogo son necesarios al menos dos con la honesta intención de llegar a una conclusión marcada por el sentido común y la justicia. De lo contrario el diálogo se convierte en negociación, y hay cosas que no tienen precio, como hay otras que no están a la venta.