google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: De artes, crítica y poética

miércoles, 23 de junio de 2010

De artes, crítica y poética

Quaerite faciem eius semper
San Agustín


por Ignacio T. Granados

De modo inevitable, las prácticas del arte han derivado a formas cada vez más subjetivas. De ellas, la que ha devenido en más subjetiva quizás sea la poesía. Las otras retienen, mayormente, cánones de cierta objetividad. En música, una frase es una frase y una octava es una octava, y tienen vigencia; en plástica se podrá experimentar con el dibujo y el color, pero la base cromática sigue siendo la primaria, y el rompimiento formal lo que hace es imponer otro canon. Octavio Paz se refirió al abstraccionismo de Picasso en la antología Poesía en movimiento [Mex. 1966], diciendo que “destruye las formas, lo que no es más que una manera de exaltarlas”.

En cambio, aunque la rima siga siendo rima, y la asonancia, asonancia, y aun cuando mantengan vigencia, no valen ya lo mismo; la disciplina no les garantiza eficacia, y generan desconfianza hasta para sus más devotos y perfectos practicantes. Peor aún, el poder de la imagen llega a afectarse con la textura de una palabra, cuya rispidez o dulzura, convencionales pero subjetivas, determinan la eficacia de la frase. Decir, por ejemplo, que un antipoema de Parra es bello, es muy atrevido; pero decir que es ineficaz no lo es menos, porque su eficacia reside en el apaleamiento de lo bello.

Entonces, la revolución de las formas ha retraído la crítica de poesía al poder mismo de la imagen, más aún cuando se trata de criterios sobre poesía, que ya ni siquiera de poéticas propiamente dichas. Más grave aún en una tradición que ha rebajado la crítica y la estética al debate histórico y al chanchullo de quién denunció a quién, y por qué se entregó determinado premio; porque nunca antes un poema ha estado tan preso de sus circunstancias como cuando ha sido más libre y libresco, referencial, como hoy día.

Decía maese Lezama —y es probablemente apócrifo— que el cubano es presa del azar recurrente y el malentendido; y resolvió toda disputa citando a un Aristóteles, también probablemente apócrifo, que decía: “Sólo hablo para quien está en la obligación de escucharme”. Desgraciadamente, nada de eso resuelve nada ante la obstinación y la tozudez. Quizás por eso sea mejor el San Agustín que estudia los salmos y reclama que se busque siempre el rostro de Dios. Otra cosa es sólo imprudencia, humana al fin.

Meloni: ¿Oportunista o fanática?

  Carlos Alberto Montaner En los años 1959, 60 y 61 se referían en Cuba a los “melones políticos” como alguien que era verde por fuera y roj...