google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: El ejemplo de Israel (III)

sábado, 17 de julio de 2010

El ejemplo de Israel (III)

por Carlos Alberto Montaner

¿Para qué nos sirve el memorial de dificultades relacionado en la segunda parte de este trabajo? Fundamentalmente, para desmentir prácticamente todas las excusas y coartadas convencionales con que pretendemos explicar nuestro relativo fracaso latinoamericano o los mediocres resultados de nuestras sociedades.

• No es verdad que el tamaño y las riquezas naturales expliquen el desarrollo y la prosperidad de los pueblos. Es difícil encontrar en el planeta un país menos naturalmente dotado que Israel.

• Tampoco es cierto que la variedad étnica y cultural constituye un valladar infranqueable, como escuchamos a menudo de quienes piensan que la presencia masiva de indígenas en países como Guatemala y Bolivia, o, en menor grado, Ecuador y Perú, hacen imposible el gran salto a la riqueza.

• Se equivocan quienes opinan que la falta de integración regional está detrás de la inmensa pobreza latinoamericana. Israel es una especie de pequeña isla, sin ninguna posibilidad a corto o medio plazo de integrarse económicamente en el mundo que lo rodea.

• Pensar que el problema latinoamericano radica en el diseño institucional contradice totalmente la experiencia israelí. El perenne debate latinoamericano sobre presidencialismo y parlamentarismo, y sobre federalismo o unitarismo, es entretenido, pero fundamentalmente inútil. Israel es gobernado por un sistema parlamentario endemoniadamente frágil, deficiente y complejo, y vive en medio de un perpetuo sobresalto político que casi siempre tiene al país al borde de la crisis de gobierno, lo que no significa que sea una nación inestable. Una cosa es la crisis de gobierno, que es lo que sufren con frecuencia los israelíes, y otra mucho más grave y diferente es la crisis de Estado, que es lo que padecemos los latinoamericanos con los golpes militares, las revoluciones y las refundaciones periódicas de la patria cada vez que un caudillo iluminado decide corregir los males que nos afligen.

• La idea, tan latinoamericana, de que los problemas se solucionan redactando una nueva y perfecta constitución, es una tonta manera de perder el tiempo y crear falsas esperanzas. Israel, pese a que era un requisito solicitado por Naciones Unidas en 1948, cuando se constituyó el país, no ha conseguido redactar una Constitución, y por ahora ha debido conformarse con lo que llaman "Leyes básicas", probablemente por la complejidad del Kenneset y las apasionadas tendencias que ahí se dan cita, y también, seguramente, por haberse decantado poco a poco por la escuela jurídica británica basada en la costumbre y la jurisprudencia, alejándose del modelo constitucional de Estados Unidos.

• Atribuirle los éxitos de Israel a la ayuda norteamericana es una injusta exageración. A lo largo de los 60 años de la existencia del Estado de Israel, la generosa ayuda norteamericana, esencialmente militar, excede ligeramente los cien mil millones de dólares. Es verdad que se trata de una cifra impresionante (especialmente cuando recordamos que el Plan Marshall sólo alcanzó los once mil millones de dólares), pero lo es menos cuando recordamos que una ayuda de esa misma magnitud es la que recibió Cuba de manos de la URSS durante los treinta años que duró el subsidio soviético, entre 1961 y 1991, sin lograr otra cosa que el empobrecimiento crónico del pueblo cubano. México, sólo durante el sexenio en que gobernó Vicente Fox, recibió ciento ocho mil millones de dólares por medio de remesas enviadas por los mexicanos radicados en Estados Unidos, suma que, sin duda, alivió las penurias de una parte de los mexicanos, pero que no redujo sustancialmente los índices de pobreza que atraviesa el país. Por otra parte, no puede olvidarse que el gasto militar es, fundamentalmente, improductivo, entre otras razones, por el costo de oportunidades perdidas: el soldado alojado en una barraca es un trabajador que falta en el taller, y el costoso tanque que patrulla la frontera sustituye a la máquina que fabrica zapatos o al robot que realiza cirugías de corazón abierto. La ayuda norteamericana quizás contribuye a explicar la supervivencia de Israel, pero no su éxito económico ni la calidad de vida alcanzada por sus pobladores.

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