google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: El ejemplo de Israel (IV)

domingo, 18 de julio de 2010

El ejemplo de Israel (IV)

por Carlos Alberto Montaner

¿Dónde radica el secreto del éxito relativo de Israel, país situado en el lugar número 23, entre Alemania y Grecia, del total de 177 que clasifica Naciones Unidas en el Índice de Desarrollo Humano que el organismo compila anualmente?

Tal vez no sea muy difícil de entender, dado que prácticamente todos los países que ocupan las treinta primeras posiciones en el citado Índice tienen comportamientos similares, aunque entre ellas sean tan diferentes como Japón, Canadá e Islandia. Si Tolstoi afirmaba que todas las familias felices lo eran de la misma manera, y todas las infelices lo eran de forma distinta, es posible apropiarnos de la idea del novelista ruso y aplicarla al desempeño de las naciones.

• Las sociedades exitosas son aquellas en las que la inmensa mayoría de quienes la componen, comenzando por los gobernantes, se someten al imperio de la ley, se respetan los derechos humanos, se garantiza el ejercicio de las libertades individuales, y la prensa juega celosamente el papel de fiscal permanente de la conducta de los funcionarios electos o designados.

• Son sociedades gobernadas democráticamente dentro de límites claramente establecidos por la ley, en las que los líderes se comportan con arreglo a ciertos estándares mínimos de cordialidad cívica que norman las relaciones interpersonales, y en las que se rinde culto a la meritocracia, lo que las precipita a considerar cualquier forma de favoritismo como un deleznable agravio comparativo que descalifica a quien lo lleva a cabo.

• Son sociedades abiertas, en las que el aparato productivo descansa en el sector privado y las transacciones se realizan dentro de las reglas del mercado. Sociedades donde funciona la competencia económica, se cumplen los contratos, y se pueden hacer planes a medio y largo plazo porque los derechos de propiedad están realmente garantizados y el Estado no va a atropellarlos arbitrariamente.

En estas treinta sociedades de "acceso abierto", para utilizar la expresión del Premio Nobel Douglass North, los individuos perciben una cierta sensación de fairplay que les induce a creer que sus esfuerzos legítimos producirán recompensas, que las violaciones de las normas serán castigadas, y que existe un sistema de justicia que les permitirá defender sus derechos cuando crean que son conculcados o cuando entren en conflicto con otros individuos o con el Estado. De ahí, de esa sensación de fair play, es que se deriva la vinculación emocional del ciudadano al Estado: vale la pena defenderlo porque está a nuestro servicio y no en nuestra contra, como frecuentemente percibimos en América Latina.

Por otra parte, hoy sabemos que el éxito de las sociedades deriva de la suma de dos capitales intangibles, más el medio social en que ambos se conjugan, a lo que se agrega la calidad de los gobiernos que administran el espacio público. Los dos capitales son el humano, compuesto por la educación de las personas, y el cívico, que incluye los valores y actitudes que perfilan el comportamiento. Es un elemento clave, además, la calidad del sistema de reglas en el que las personas interactúan, es decir, la idoneidad de las leyes y las instituciones de que disponen, y las medidas de gobierno o políticas públicas que se ejecutan con el producto de los impuestos recaudados.

También puede hablarse de capital material, acaso el menos decisivo, que se refiere a la disponibilidad de inversiones, de bienes de equipo y de infraestructura con que se cuenta. No obstante, el capital material sólo puede fomentarse y sostenerse si los otros dos (el humano y el cívico) tienen suficiente entidad, si el sistema de reglas en el que estas fuerzas operan conduce al desarrollo, y si las medidas de gobierno son razonablemente acertadas. Cuando estos factores no se engarzan adecuadamente, el capital material se estanca o se destruye.

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