
La mecánica de la naranja se atascó constantemente, salvo destellos aislados del atacante Robin Van Persie. Arjen Robben, por fin, fue anulado. Se acercó un par de veces al arco, con cierto peligro, pero siempre la maraña de los defensas sudamericanos lo envolvió como un sudario. Bastos (el principal encargado de pararlo), Juan y Lucio son todo unos profesionales.
Pero había tiempo por delante, y florecimiento para los tulipanes. Holanda predominó en la segunda parte y vino el autogol de Felipe Melo (adjudicado al ex madridista Wesley Sneijder), en una jugada confusa en el área en la que el portero brasileño, Julio César, chocó con el defensa. Y luego el gol de cabeza, este sí, de Sneijder, para el 2-1. Y la expulsión de Melo, quien intentó marcar a fuego lento la pierna de Robben con un pisotón de leñador. Entonces los holandeses comenzaron a trabajar con exquisitez en las pausas, aprovechándose de la desesperación rival y, cómo no, de su sobrada técnica.
El error brasileño en el gol del empate holandés resultó a la postre decisivo para la recuperación de los vencedores. Holanda debe estar contra España, o Alemania, en la final. Hagan juego señores.