“La UNEAC, organismo al que nunca quise pertenecer, está situada en una de las tantas mansiones expropiadas a sus verdaderos dueños y herederos exiliados, en el centro del Vedado. Al igual que la sede del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, que residen en la sede que es propiedad de la familia de mis amigos Batista Falla. Jamás, como en la ocasión en que Nicolás (Guillén) me volvió a invitar a un concierto de los cantantes españoles Ana Belén y Víctor Manuel, que estrenaban un disco con sus poemas musicalizados, vi junta a tanta gente insulsa, paranoica, siniestra y servil.
“Monseñor Gaztelu, cura, poeta y el amigo más íntimo y fiel de Lezama Lima, me prohibió del todo frecuentar esa institución. Y María Luisa, la viuda de Lezama, me advertía: Es un lugar infecto. Si vas allí terminarás igual de mediocre que todos ellos. Tú aprovecha el tiempo leyendo a María Zambrano, Jacques Maritain, Claudel y León Bloy. Llévate lo que quieras de la Biblioteca de Lezama. Allí la gente a lo único que va es a emborracharse y a espiar para después delatar”.
Alberto Lauro en Efory Atocha