por Ignacio T. Granados
“Una rosa es una rosa, es una rosa” [Gertrude Stein] es el origen de la frase más importante y recurrente en Cuba Inglesa. Y es curioso que también sea el origen del título de la primera novela del italiano Umberto Eco, El nombre de la rosa [Apostillas]. La curiosidad reside en la coincidencia, porque esa novela consiste en la búsqueda de un libro misterioso y único; se trata del libro de La Comedia, sobre la base [ficticia] de que si Aristóteles escribió uno sobre la tragedia debió haber escrito también uno sobre la comedia.
Como si se tratara de un Plan de Dios, todo responde a un esquema complejo y sutil, porque la disquisición de Guillermo de Baskerville, en la novela de Eco, no pasa de ser una reducción lógica, típica del prometeísmo fáustico que él tipifica. No deja de ser curioso que el patronímico de ese autor sea Eco, como la ninfa condenada por Hera; tampoco que la premisa sea intelectualista [moderna] y ficticia, ni que la búsqueda sea del libro de La Comedia.
Al final, Baskerville no encuentra el libro, y deja una abadía —un estilo de vida— incendiada tras sí. Rescata libros, no personas, y cree que se lleva tesoros, pero no se lleva el libro de La Comedia. Quizás ese libro no fue escrito nunca, como afirma el monje asesino y trolomático; pero el libro existe desde que puede objetivar los pasos del buscador, que no lo encuentra quizás porque lo busca. El nombre de Thamacún, como el de la rosa, consistirá en lo que significa; su acento, y hasta su origen lexicográfico, puede que sean sólo el color del pétalo que la realiza, mas lo que importa es lo que significa.
“Una rosa es una rosa, es una rosa” [Gertrude Stein] es el origen de la frase más importante y recurrente en Cuba Inglesa. Y es curioso que también sea el origen del título de la primera novela del italiano Umberto Eco, El nombre de la rosa [Apostillas]. La curiosidad reside en la coincidencia, porque esa novela consiste en la búsqueda de un libro misterioso y único; se trata del libro de La Comedia, sobre la base [ficticia] de que si Aristóteles escribió uno sobre la tragedia debió haber escrito también uno sobre la comedia.
Como si se tratara de un Plan de Dios, todo responde a un esquema complejo y sutil, porque la disquisición de Guillermo de Baskerville, en la novela de Eco, no pasa de ser una reducción lógica, típica del prometeísmo fáustico que él tipifica. No deja de ser curioso que el patronímico de ese autor sea Eco, como la ninfa condenada por Hera; tampoco que la premisa sea intelectualista [moderna] y ficticia, ni que la búsqueda sea del libro de La Comedia.
Al final, Baskerville no encuentra el libro, y deja una abadía —un estilo de vida— incendiada tras sí. Rescata libros, no personas, y cree que se lleva tesoros, pero no se lleva el libro de La Comedia. Quizás ese libro no fue escrito nunca, como afirma el monje asesino y trolomático; pero el libro existe desde que puede objetivar los pasos del buscador, que no lo encuentra quizás porque lo busca. El nombre de Thamacún, como el de la rosa, consistirá en lo que significa; su acento, y hasta su origen lexicográfico, puede que sean sólo el color del pétalo que la realiza, mas lo que importa es lo que significa.