google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: La Casa de América

viernes, 13 de agosto de 2010

La Casa de América

por José Luis Sito

Latinoamérica es una hipótesis que se convirtió en un postulado, es decir, en una suposición que nadie tiene la intención de verificar. La expresión América Latina, o Latinoamérica, está basada en una idea reguladora, un principio de universalidad subcontinental, una historicidad majestuosamente mitificada. Una teleología cultural, un territorio obsesivamente identificado --pero en definitiva es solamente una imagen frágil, tenue, una singularidad sin contornos fijos. Porque en realidad no hay una Latinoamérica, sino una América con países americanos, como sólo hay una Europa con países europeos.

Fue a mediados del siglo XIX, bajo el segundo Imperio de Napoleón III, cuando los franceses extendieron el concepto de panlatinidad, creado a partir de dos elementos simples, la religión católica y el origen latino de las lenguas. Esta concepción servía las ambiciones europeas de una Francia imperial, colonial y expansionista opuesta a las influencias inglesa y germana en Europa, protestantes y de raíz lingüística diferente.

Al introducir esta panlatinidad en el continente americano, los franceses forjaron la expresión América Latina para oponerse a las regiones en América de lengua inglesa. Los países ibero-americanos terminaron adoptando la definición del colonialismo francés, instalando una separación arbitraria y artificial, creando una división frontal y agresiva contra los demás países anglosajones y borrando al par un pasado pre-latino o precolombino. Postularon una América Latina que fue acumulando estratos de nacionalismo y patriotismo a medida que crecían las luchas por el poder, tanto independentistas como post-independentistas. Inventaron una Latinoamérica que sólo existe en las novelas y en los cuentos de los escritores. La ficción, el realismo mágico, el realismo socialista mágico se apoderaron de los “latinoamericanos”, de sus múltiples y diversas historias, de sus memorias, de sus raíces. Habría que analizar por qué esta hipótesis latinoamericana se cubrió de escritores y carece de filósofos o pensadores.

De hecho, el continente americano por debajo del río Grande fue unificado por una raíz común: el resentimiento. Una mala hora, la hora en que desembarcaron los europeos en sus costas. Pareciera como si en estas tierras americanas se hubiera vivido siempre, antes de este acontecimiento tratado de funesto y fatal, en las calles del Paraíso.

Todas esas guerras civiles, con sus héroes, sus combates, sus fusilados en las paredes del cementerio, y los generales y coroneles “en medio de la pólvora y el fragor de la guerra”, se convirtieron en un pobre romanticismo que llegó hasta las paredes de La Habana, pero esta vez con los generales disfrazados de comandantes y en medio del carnaval sanguinario de la “revolución” proletaria marxista-leninista. Los tiempos castro-marxistas amplificaron los encantos de la ficción y agravaron el resentimiento, llegando hasta inventar la Casa de las Américas, es decir, ya no un continente con dos entidades lingüísticas separadas, sino dos continentes radicalmente opuestos y enemigos políticos: el continente americano inglés y el continente americano latino. Con la dictadura cubana el resentimiento traspasó todos los límites.

Pocos pensaron en aquel entonces que el sueño de la razón se apoderaba de los “latinoamericanos”, produciendo monstruos. La monstruosa dictadura cubana es el último, absurdo, grotesco y trágico vestigio de este romanticismo supersticioso y resentido, poblado de Macondos y de mundos ficticios, hasta la transformación grotesca de generales con patilla en barbudos comandantes.

Se postuló y se ficcionó una sola Latinoamérica y se olvidó la multiplicidad de los países americanos con sus geografías y sus realidades. Se ocultó el presente con un pasado imaginario, mágico, mítico, vulgarmente exótico. Es urgente proceder a un inventario de los países de América, de la Casa de América.

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