por Carlos Scholkow
La Cuba castrista siempre ha sido una cajita de sorpresas, un pozo de contradicciones inimaginables. Pero los niveles de realismo mágico, o de surrealismo tropical alcanzados en este mes de septiembre por la Isla comunista no tienen parangón, al menos en la historia moderna del país.
La Cuba castrista siempre ha sido una cajita de sorpresas, un pozo de contradicciones inimaginables. Pero los niveles de realismo mágico, o de surrealismo tropical alcanzados en este mes de septiembre por la Isla comunista no tienen parangón, al menos en la historia moderna del país.
Por ejemplo, como titula la web Martí Noticias, Fidel Castro acaba de ser censurado en Cuba. En las altas esferas, tal vez incluso por recomendación del propio censurado –más surrealismo añadido—se ha decidido que las recientes declaraciones del dictador en proceso de jubilación, en el sentido de que el modelo cubano es un fracaso, no sean reflejadas por los medios de comunicación oficiales, que son prácticamente todos.
Simultáneamente, circula ya en Youtube el vídeo, inaudito en el contexto totalitario, de un grupo de estudiantes paquistaníes, presuntamente musulmanes, rodeados por tropas antimotines cubanas, en una escuela de medicina de Matanzas.
Nadie sabe muy bien qué pasa, pero según un buen amigo de visita en Miami, a estas alturas de su sobrevida Fidel Castro es capaz incluso de desmontar su propio discurso con tal de acaparar los focos. Nadie sabe si sus continuas meteduras de pata –o sus sorprendentes aciertos, depende de cómo se mire-- responden al efecto “Nostracastrus”, según el cual la llama de las predicciones fallidas estaría tostando ---dorando a fuego lento-- la mente del Comandante en Jefe. La vedette se ha desencadenado.
Simultáneamente, circula ya en Youtube el vídeo, inaudito en el contexto totalitario, de un grupo de estudiantes paquistaníes, presuntamente musulmanes, rodeados por tropas antimotines cubanas, en una escuela de medicina de Matanzas.
Nadie sabe muy bien qué pasa, pero según un buen amigo de visita en Miami, a estas alturas de su sobrevida Fidel Castro es capaz incluso de desmontar su propio discurso con tal de acaparar los focos. Nadie sabe si sus continuas meteduras de pata –o sus sorprendentes aciertos, depende de cómo se mire-- responden al efecto “Nostracastrus”, según el cual la llama de las predicciones fallidas estaría tostando ---dorando a fuego lento-- la mente del Comandante en Jefe. La vedette se ha desencadenado.