De pronto, Lamible solidificó el aire, alzando su mano enguantada a lo Rita Hayworth.
Un cañón de luz rosa iluminó su índice, que ahora apuntaba a alguien del público. El silencio se puso muy, muy duro, ahora que a cámara lenta sus labios carnosos se entreabrían, como si la diosa fuera a musitar un nombre divino. Pero apenas se escuchaban los suspiros de su pubis y ciertos goteos espaciados, provenientes de la platea.
Piadosamente, una tos ocultó un goteo ya confianzudo, intermitente, como un pulsar lácteo que remitía de mala gana. Con un latido de sus aletas nasales, que quería saturarse de olor a hombre en stand by, Lamible musitó:
--El chico de la erección, por favor… ¿Le importaría ponerse en pie? --y el teatro nunca vio tal número de aludidos, salvo los tipos que iban acompañados de sus novias y mujeres.
--Disculpen, bellezas, pero yo busco a Thamacún, conocido como “La Erección”.
Allá, del fondo oscuro, llegó un carraspeo, y un foco lo siguió. Se trataba de una mujer sentada en una mesa, sola frente a una bolsa enorme de papel de estraza, trasparentada a tramos por brillos de grasa.
--Oye, mija --hizo sonar su voz afrancesada--, ¿te refieres al micropene de la ciudad? Ese thamacúns (con ese, que así se escribe y no me lo discutas) ahora se hace llamar Pedro Rholex y escribe mierda en los blogs.
La frase quedó en el aire al entrar un individuo no muy alto, con cara simpática pero mirada aviesa. Tocado con sombrero, era Ley Seca. Lentamente mostró un porta-ametralladoras muy a tono con su vestimenta, en forma de funda de guitarra, en piel y con las iniciales A. A. Extrajo el arma.
Las mujeres comenzaron a gritar, salvo la solitaria de la esquina, que pedía al camarero:
--Garçon, silvuplé… ¿me trae un thè de menthe de las islas Saichéls con galleticas de morón?
Una crónica de Pedro Rholax
Un cañón de luz rosa iluminó su índice, que ahora apuntaba a alguien del público. El silencio se puso muy, muy duro, ahora que a cámara lenta sus labios carnosos se entreabrían, como si la diosa fuera a musitar un nombre divino. Pero apenas se escuchaban los suspiros de su pubis y ciertos goteos espaciados, provenientes de la platea.
Piadosamente, una tos ocultó un goteo ya confianzudo, intermitente, como un pulsar lácteo que remitía de mala gana. Con un latido de sus aletas nasales, que quería saturarse de olor a hombre en stand by, Lamible musitó:
--El chico de la erección, por favor… ¿Le importaría ponerse en pie? --y el teatro nunca vio tal número de aludidos, salvo los tipos que iban acompañados de sus novias y mujeres.
--Disculpen, bellezas, pero yo busco a Thamacún, conocido como “La Erección”.
Allá, del fondo oscuro, llegó un carraspeo, y un foco lo siguió. Se trataba de una mujer sentada en una mesa, sola frente a una bolsa enorme de papel de estraza, trasparentada a tramos por brillos de grasa.
--Oye, mija --hizo sonar su voz afrancesada--, ¿te refieres al micropene de la ciudad? Ese thamacúns (con ese, que así se escribe y no me lo discutas) ahora se hace llamar Pedro Rholex y escribe mierda en los blogs.
La frase quedó en el aire al entrar un individuo no muy alto, con cara simpática pero mirada aviesa. Tocado con sombrero, era Ley Seca. Lentamente mostró un porta-ametralladoras muy a tono con su vestimenta, en forma de funda de guitarra, en piel y con las iniciales A. A. Extrajo el arma.
Las mujeres comenzaron a gritar, salvo la solitaria de la esquina, que pedía al camarero:
--Garçon, silvuplé… ¿me trae un thè de menthe de las islas Saichéls con galleticas de morón?
Una crónica de Pedro Rholax