Entre los próceres de la sentencia y, en general, los cronistas del Gran Salto Adelante, el virtuosismo con que Lamable Striper entraba en sus vestimentas había generado innumerables adhesiones. Una prócer escindida en sus sucesivas versiones –las de la mujer que se viste, las de la mujer que evacúa, las de la monja que se cubre…— no podía sino azuzar la creatividad de los escribidores, cuyos textos secretos ardían nada más atisbar su nombre. Lamable, la musa transgresora, el clímax del striptease invertido, la joya de la corona de la desmitificación siempre dispuesta a recrear, desde la paradoja, las subyugantes candencias de Playa Hedónica.
En el cuerpo de Striper la seda era un acontecimiento, a medida que la tela trascendía el valor formal de la tela, del objeto en sí mismo. La desnudez que se cubre en el instante preciso en que deja de serlo y se convierte en otra cosa. Una ondulación. Un escaparse de todo y de todos. El cerdo en su copulación simbólica, pero el símbolo al servicio del espectáculo y no a la inversa.
“¡Atención… no se trata de vestirse!”, recordaba Lamable a quienes pretendían ver en sus stripteases una forma de colocar a Thamacun en la ruta de los convencionalismos al uso. “¡Se trata de vestirse como una anda en pelotas!”. El rumor del mar en la tela ondulante. El extrañamiento de la sotana como una prodigiosa señal rebelde. La revolucionaria sensualidad del pie sobre el tacón campana.
En el cuerpo de Striper la seda era un acontecimiento, a medida que la tela trascendía el valor formal de la tela, del objeto en sí mismo. La desnudez que se cubre en el instante preciso en que deja de serlo y se convierte en otra cosa. Una ondulación. Un escaparse de todo y de todos. El cerdo en su copulación simbólica, pero el símbolo al servicio del espectáculo y no a la inversa.
“¡Atención… no se trata de vestirse!”, recordaba Lamable a quienes pretendían ver en sus stripteases una forma de colocar a Thamacun en la ruta de los convencionalismos al uso. “¡Se trata de vestirse como una anda en pelotas!”. El rumor del mar en la tela ondulante. El extrañamiento de la sotana como una prodigiosa señal rebelde. La revolucionaria sensualidad del pie sobre el tacón campana.