a Joaquín Gálvez
Demasiado escuchar sombras que se instalan
entre pendones y cotorras y algún ademán
sobre los puentes que todavía se pudren.
Revolotean los poemas tan iguales
entre aparatos provincianos de la barbarie
una imagen lucrativa que devora espacios
acapara, involucra: masculla sentenciosa.
Si ya estamos condenados a balbucir
pudiéramos abandonarnos a esa suerte
de escuchar tragedias y frustraciones.
Hay que cerrar de un golpe espejos de la casa.
Hemos cambiado la chaqueta: la duda, lo reversible.
Todavía tenemos el río, el agua dispersa.
No se sabe el origen de las criaturas que aplauden.
Hay una pesquisa que no conoce el oído.
De dónde el cantante, el fruto, sus bondades.
Obligado a padecer bajo el ruido del cielo
al bardo que persiste no hay que despedirlo.
Demasiado escuchar sombras que se instalan
entre pendones y cotorras y algún ademán
sobre los puentes que todavía se pudren.
Revolotean los poemas tan iguales
entre aparatos provincianos de la barbarie
una imagen lucrativa que devora espacios
acapara, involucra: masculla sentenciosa.
Si ya estamos condenados a balbucir
pudiéramos abandonarnos a esa suerte
de escuchar tragedias y frustraciones.
Hay que cerrar de un golpe espejos de la casa.
Hemos cambiado la chaqueta: la duda, lo reversible.
Todavía tenemos el río, el agua dispersa.
No se sabe el origen de las criaturas que aplauden.
Hay una pesquisa que no conoce el oído.
De dónde el cantante, el fruto, sus bondades.
Obligado a padecer bajo el ruido del cielo
al bardo que persiste no hay que despedirlo.