Escribir sobre Erótica —novela breve pero intensa del escritor Armando Añel— es entrar en lo imaginario de un desconcertante universo paralelo, y en la experiencia de un tipo de placer que va más allá del erotismo conocido. Es entrar, digo, en el hedonismo del lenguaje y la re-creación de cómo se cuenta esta fábula que, aun cuando ha estado oculta pero sospechosamente pública, se postula como la antítesis de la historia impuesta en Cuba despiadadamente. De esta manera, y en esencia, nos permite conocer lo que ya es un nuevo modo de pensar en buena parte de la juventud cubana.
Escribir sobre esta historia permite descubrir además una inversión de realidades, entre lo que sería la nueva mentalidad de los que, de una forma u otra, han podido tener acceso a la Red y a los teléfonos celulares, blogueros y twitteros de la Isla, y las demoniacas estructuras sociopolíticas y de represión de la dictadura para intentar mantener el Espejismo.
En este sentido de la inversión, es imprescindible reconocer que la verdadera objetividad se encuentra en la mentalidad digital de estos internautas de nuevo tipo, dentro y fuera de la Isla. Estos internautas hacen que ahora sea la realidad de la ficción el hecho esencial de un tiempo humano más justo, que ha logrado anteponerse, ¡al fin!, a la falsa realidad de un ultranacionalismo dictatorial (si es que entendemos por realidad tanto lo corpóreo como la dimensión de los reinos imaginarios).
De hecho, esta narración abarca desde la diversidad de lo antropológico y lo filosófico a la metafísica, pasando por la inquietante combinación entre un estilo en el discurso de supuesto engolamiento y una sintaxis como de prosa ensayística, digamos, para dar con un lenguaje que atañe al absurdo más kafkiano, pero discurso no menos cierto de constante doble fondo, y que todo el tiempo se constituye —como historia al fin— en una denuncia generacional de la catástrofe que ha sido el “Planeta Cuba”, llamado de esta manera por el extraño narrador de este libro.
Erótica es así la experiencia a posteriori de una dimensión virtual —su mundo está ligado a la Internet y no al sexo propiamente dicho— que no busca presentar el entendimiento de una vida lógica. Incluso, pienso que esta novela se encuentra en contra de la lógica racional, pero no así de la paradójica lógica de lo inverosímil, que es la verosimilitud de las coordenadas imaginarias.
Escribir sobre esta historia permite descubrir además una inversión de realidades, entre lo que sería la nueva mentalidad de los que, de una forma u otra, han podido tener acceso a la Red y a los teléfonos celulares, blogueros y twitteros de la Isla, y las demoniacas estructuras sociopolíticas y de represión de la dictadura para intentar mantener el Espejismo.
En este sentido de la inversión, es imprescindible reconocer que la verdadera objetividad se encuentra en la mentalidad digital de estos internautas de nuevo tipo, dentro y fuera de la Isla. Estos internautas hacen que ahora sea la realidad de la ficción el hecho esencial de un tiempo humano más justo, que ha logrado anteponerse, ¡al fin!, a la falsa realidad de un ultranacionalismo dictatorial (si es que entendemos por realidad tanto lo corpóreo como la dimensión de los reinos imaginarios).
De hecho, esta narración abarca desde la diversidad de lo antropológico y lo filosófico a la metafísica, pasando por la inquietante combinación entre un estilo en el discurso de supuesto engolamiento y una sintaxis como de prosa ensayística, digamos, para dar con un lenguaje que atañe al absurdo más kafkiano, pero discurso no menos cierto de constante doble fondo, y que todo el tiempo se constituye —como historia al fin— en una denuncia generacional de la catástrofe que ha sido el “Planeta Cuba”, llamado de esta manera por el extraño narrador de este libro.
Erótica es así la experiencia a posteriori de una dimensión virtual —su mundo está ligado a la Internet y no al sexo propiamente dicho— que no busca presentar el entendimiento de una vida lógica. Incluso, pienso que esta novela se encuentra en contra de la lógica racional, pero no así de la paradójica lógica de lo inverosímil, que es la verosimilitud de las coordenadas imaginarias.