
Me recuerdas a una mulatica del edificio donde yo vivía en Cuba, muy metida ella en su mundillo del solar y la “ruta”, que intentaba ofenderme cada cierto tiempo gritándome “¡Blanco!”. Para ella, que yo fuera blanco era algo así como andar desteñido y carecer de sabor y onda (supongo). Era un poco retrasada, debo reconocerlo. A veces, leyéndote, me da la impresión no de que odies tanto a quienes intentas “ofender” desesperadamente, sino que eres un poco como aquella mulatica: elemental, terca y ligeramente retrasada. Porque insistir en esa trova del homosexualismo como ofensa a estas alturas de la película, es como intentar empinar chiringas dentro de un avión.
Anónimo aquí