Cuentan que el agente Reclutador llegó un anochecer a Cumberland y sin sacudirse el polvo del camino no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se llegaba a la sede del Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio. Y cuentan que el Reclutador, solo frente a los árboles altos y olorosos del Koubek Center –que aun cuando no era la sede se le parecía mucho--, juró fundar sobre los restos del edificio la primera sucursal de la Unión de Escritores de Cuba en el exilio, aunque para ello tuviese que echarse en el bolsillo, uno por uno, a los más recalcitrantes y verticales narradores, y poetas, de Playa Hedónica.
Todo parecía contribuir a sus propósitos. En el ínterin, la diáspora puntoCON extendía sus tentáculos, la línea dura comenzaba lentamente a ceder terreno, la editorial que encumbraría sus afanes se asentaba ya en los predios de La Playa, proyectando con delicadeza la lírica primordial de los bardos camaleónicos. Él mismo consolidaba sus primeras aproximaciones, y hasta había abierto un blog desde el que disparaba a la cabeza de los más testarudos, sembrando la división y la discordia. Mas no contaba con la obstinada resistencia de los próceres más astutos, ni con la nueva oleada desmitificadora que se le echaba encima, ni con que el tiro le saliera tan de prisa por la culata. El Reclutador no había reclutado a más de cuatro gatos cuando la sospecha cumberlana tomó cuerpo, y su condición de agente encubierto comenzó a barajarse públicamente, al punto de sepultar el Plan A de la primera sucursal de la Unión de Escritores de Cuba en el exilio.
Todo parecía contribuir a sus propósitos. En el ínterin, la diáspora puntoCON extendía sus tentáculos, la línea dura comenzaba lentamente a ceder terreno, la editorial que encumbraría sus afanes se asentaba ya en los predios de La Playa, proyectando con delicadeza la lírica primordial de los bardos camaleónicos. Él mismo consolidaba sus primeras aproximaciones, y hasta había abierto un blog desde el que disparaba a la cabeza de los más testarudos, sembrando la división y la discordia. Mas no contaba con la obstinada resistencia de los próceres más astutos, ni con la nueva oleada desmitificadora que se le echaba encima, ni con que el tiro le saliera tan de prisa por la culata. El Reclutador no había reclutado a más de cuatro gatos cuando la sospecha cumberlana tomó cuerpo, y su condición de agente encubierto comenzó a barajarse públicamente, al punto de sepultar el Plan A de la primera sucursal de la Unión de Escritores de Cuba en el exilio.