Es bueno aclararlo, Miguel Barnet no representa nada en la cultura cubana aunque tenga un rimbombante cargo. Y es que nadie cree en él desde hace mucho tiempo. Fueron muchos los mensajes que nos llegaron desde la isla a algunos escritores exiliados cuando un supuesto Congreso lo elegía presidente: “No hay nada que hacer, querido Amir. Lo han puesto ahí porque necesitan una persona cuyo desprestigio moral e intelectual lo convierta en una pieza manipulable, fácilmente chantajeable, del juego que traman”, decía uno de aquellos mensajes enviado a mi correo personal por uno de esos escritores que ganó hace unos años el Premio Nacional de Literatura, es decir, un colega generacional de Barnet.
A nadie representa Barnet, repito. Lo digo para defender a una buena parte de la intelectualidad cubana de la isla, que ha protestado, que sigue protestando, que se resiste a seguir viviendo bajo la bota del imperio del cinismo, pero no encuentran modos de que sus voces se oigan y sus reclamos son acallados en la nada mediante esas muchas tácticas de silenciamiento que han perfeccionado tras cinco décadas de represión quienes detentan el poder político. En Cuba se sabe bien quién ha bajado la cabeza, como Barnet, y quién mantiene su frente alta, su conciencia limpia, aunque, por desgracia, fuera de la isla eso no se sepa y casi todos queden como cómplices de ese cinismo que Barnet defiende.
A nadie representa Barnet, repito. Lo digo para defender a una buena parte de la intelectualidad cubana de la isla, que ha protestado, que sigue protestando, que se resiste a seguir viviendo bajo la bota del imperio del cinismo, pero no encuentran modos de que sus voces se oigan y sus reclamos son acallados en la nada mediante esas muchas tácticas de silenciamiento que han perfeccionado tras cinco décadas de represión quienes detentan el poder político. En Cuba se sabe bien quién ha bajado la cabeza, como Barnet, y quién mantiene su frente alta, su conciencia limpia, aunque, por desgracia, fuera de la isla eso no se sepa y casi todos queden como cómplices de ese cinismo que Barnet defiende.
Amir Valle