Existe una relación entre los diferentes espacios que constituyen el proceso de la búsqueda del poeta en actos. Por ejemplo, el espacio físico se activará tan pronto como el niño salga del vientre de la madre. Luego en el camino interior aparecerá activada la energía etérea, en cuyo espacio incorpóreo surgen el sentir, los eventos emotivos y los deseos. Y es en la adolescencia cuando se activa totalmente este espacio poético.
Más adentro, más allá de lo etéreo, terminada la etapa adolescente del hombre, se vislumbrará la sutileza del espacio mental: el vehículo poético; sin embargo este espacio se constituye por dos estados relacionables al acto poético: la conciencia poética y el canal que posibilitará la entrega. El primer espacio, el astral, es movido por finas vibraciones telúricas donde surgen los pensamientos, los razonamientos, la lógica y los estados de intelectualidad. La activación de este espacio es el que marca la diferencia entre el hombre y el reino animal, entre el hombre arrogante y el hombre gallardo. Los animales sólo pueden activar el cuerpo etéreo.
Si el animal se puede mover a través de los espacios físico y etéreo, el hombre lo hará a través de un tercer espacio. Por ejemplo, la naturaleza de la vida primaria del hombre está posibilitada por la activación necesaria de estos tres cuerpos. Si en el hombre no se activase el estado astral se vería en mayores dificultades para sobrevivir en sociedad. La sociedad es la base de origen del cuerpo consciente.
Pero una cuestión esencial en el hombre es que esté consciente o no de que estos cuerpos están activados. La activación por sí misma constituye un recurso para la sobrevivencia humana. Estar consciente de que se han activado es un recurso para seguir el viaje hacia el “poeta en actos”. Así pues, en un atisbo de conciencia aparece el segundo espacio consciente, espacio psíquico en el que, por su particularidad asimétrica, surgen los sueños, la clarividencia y los estados de inconsciencia; el inconsciente colectivo, el hipnotismo y el mesmerismo que señala Martí en la crónica referida al trabajo de los antropólogos vertidos durante la celebración del congreso de antropología norteamericano. Lezama había alcanzado este espacio.
De modo que aquí, en el tercer momento, en el espacio mental, se crean los procesos subjetivos e imaginarios y surge la psicología científica. El cuarto espacio, el espacio poético, se puede considerar una tercera y última etapa de la configuración de la poesía en actos, o como lo denomina Martí, el alma humana, el origen del ser. Pero este espacio posee una significación particular respecto a los anteriores espacios, ya que en él se suceden las auténticas y esenciales transformaciones humanas. En el espacio poético la mente ha dejado de ser mente para transformarse en poesía en acto. Allí vive el poeta en actos.
Llegado a ese espacio, al del poeta en actos, se aclara la dicotomía entre lo que suele llamarse materialismo y espiritualismo. Partiendo de la activación consciente de este cuerpo, Martí puede dar una solución verdaderamente genial al problema de la exageración. En aquella reflexión pronunciada en el debate del Liceo Hidalgo de México, Martí se manifestaba por el equilibrio entre lo material y lo espiritual. Aquellos que defendían la tesis materialista desconocían que el cuerpo se conectaba con el cuerpo espiritual a través de los diferentes momentos sutiles, intermedios. De ahí que estos concluyeran: el espíritu no existe.
Por su lado, los espiritualistas defendieron el criterio de que la materia no existe, sólo el espíritu humano es real. De igual modo, los espiritualistas desconocían el modo de conexión del alma con el cuerpo físico y sus sucesivos momentos. Martí parecía tener experiencias y razones suficientes para no estar de acuerdo con ningunos de los dos postulados en oposición. Él sostenía que lo material y lo espiritual eran fenómenos de la misma energía en movimiento. De ahí la relación constante. La consideración de la total armonía de los cuerpos incorpóreos existente entre lo físico y lo espiritual, lleva a Martí a plantear tácitamente: “yo vengo a esta discusión con el espíritu de conciliación que norma todos los actos de mi vida. Yo estoy entre el materialismo que es la exageración de la materia, y el espiritismo que es la exageración del espíritu” (O.C. t 28, p. 326).
Téngase presente que la razón de por qué Martí usa en toda su obra el lenguaje simbólico y analógico, combinando prosa-poesía, es porque se refiere a los estados avanzados de incorporeidad de la evolución interior del hombre. El Prologo está escrito bajo esta consideración. Por esa razón, no hallaremos nunca en los textos de Martí una narración lógica, racional y metafísica de los problemas del hombre, excepto en aquellos temas dedicados a la ciencia, la técnica y la economía.
El quinto momento es clave en lo que concierne a la transformación individual. Todo lo que Martí dice de particular acerca de la “filosofía trascendental” en los Apuntes se halla comprendido por el quinto momento, y pertenece al estado indiviso del cuerpo poético. Se trasciende de la naturaleza del yo a la naturaleza del ser. En correspondencia con la Besant, el espíritu es una mina de hechos. Pero la Besant tiende a confundir los hechos espirituales con los de la psiquis. Dice Martí: “la mente puede entrar en lo espiritual más allá de lo que ha entrado” (O.C. t. 12. p.504). Entrar en lo espiritual, en la no-mente:
“Todo va acrisolándose por el ejercicio del bien, y convirtiéndose en esencia espiritual, presente aunque invisible. Todo es ya orden en el alma ya libre, cuya acción superior, e influjo directo, sienten confusamente en esta vida las almas irredentas. Edúquese lo superior del hombre, para que pueda, con ojo de más luz, entrar en el consuelo, adelantar en el misterio, explorar en la excelsitud del orbe espiritual”. (Idem)
Con la activación del cuerpo espiritual –el orbe espiritual-- desaparece la imagen del otro, muere el yo para abrirse la posibilidad de la libertad y la independencia –“orden en las almas ya libres”--. El yo resume el proceso de la mente, el ser resume al espíritu humano que se conecta directamente con el corazón. Por eso Martí dice: “yo hablo directamente al corazón”
Hay algo más de suma importancia en este cuarto momento. No es que el individuo desaparezca como tal, sino que en este momento se crean las bases para el nacimiento de la verdadera identidad del hombre: la de su gobierno interior. Martí lo suponía con aquella expresión insólita: “yo me llamo conciencia”. La independencia a que se aspira aquí no es total, porque todavía el sentimiento de creerse un individuo ata al hombre a la dependencia de sí mismo. La libertad posee todavía un límite. Esta es la diferencia del cuarto momento respecto al tercero: el hombre ha negado al otro y se ha afianzado sobre sí mismo, ha llegado a “reconquistarse a sí mismo”. Pero esta reconquista tiene todavía una dependencia, un obstáculo que superar. ¿De quién? De ser uno mismo en ausencia del yo, dependiendo básicamente del amor.
El cuerpo espiritual funge como el embarazo, el útero de donde nacerá la conciencia universal martiana. Tanto el lenguaje narrativo en prosa como el poético no pueden funcionar claramente y deliberadamente como en los anteriores estados; ellos pierden en la nueva apertura espiritual casi toda las perspectivas comunicativas, porque lo que se trata de decir ha llegado a un extremo de incorporeidad tal que no existe nada a qué referirse: es el inicio del nihilismo humano.
En el segundo estado espiritual se halla la verdad, el despertar, se halla el arte de José Martí y la concepción de patria, pues con el nacimiento de este estado se completa el recorrido total del conocimiento humano: de lo existente a lo no existente. Se llega al conocimiento total de la vida y de la muerte. Este conocimiento total, es decir, la totalidad de las dos magnitudes en que se mueve la vida, la existencia y la no-existencia, Martí lo intentaba expresar en la pregunta que le hace al Sr. Baz en el aquel debate del Liceo mexicano: “¿No recuerda el Sr. Baz cuando ha depositado un beso casto en la frente de su madre, cuando ha amado con la pasión del poeta, cuando ha escrito con miserable tinta y en miserable papel algo que no era miserable? Ese algo nos da la propia convicción de nuestra inmortalidad, nos revela nuestra preexistencia y nuestra sobrexistencia”.
A Martí le queda, por ende, un sólo recurso comunicativo: el de la transmisión de ese algo de “patria” de ser a ser, de hombre a hombre en estado de silencio. La comunicación verbal y escrita pierde utilidad para decir y trasmitir, a través del lenguaje, el núcleo duro del ser. Hasta entonces, la poesía había comunicado sobre la periferia del ser. Es el único modo de que se pueda entender cómo en el segundo estado espiritual desaparecen los hechos y surge el silencio (Humberto Piñera). El silencio no es un hecho espiritual como tal, sino un sentido de compresión absoluta de las cosas. Lo que caracteriza al segundo momento espiritual es haber comprendido que el lenguaje es ajeno al núcleo duro del ser. Al no existir forma lingüística para expresar lo esencial del ser, Martí trata de comunicarlo místicamente. Va a crear el gobierno.
Se asoma al no-ser. Se es inmortal por que se ha conocido la muerte. La oratoria martiana está repleta de ese sentido de comunicación entre el orador y el oyente. No son las palabras las que implican la transmisión del conocimiento total, sino los intervalos de silencio que subyacen entre cada palabra y cada frase de la oratoria.
El segundo estado espiritual se define como la etapa mística de José Martí. Para este estado usará gran parte de la literatura evangélica para referirse al estado de Conciencia, al núcleo duro del ser y de la conciencia de Cristo. No confundamos de modo estereotipado la expresión de Martí de que “el hombre no es lo que se ve, sino lo que no se ve”. Lo que no se ve es el recorrido de la evolución espiritual en relación con lo que se ve, con la expresividad del cuerpo físico humano y lo reflejado por el yo cognoscente. Si se desconoce la naturaleza consciente del cuerpo humano, la evolución espiritual no se llevará a efecto. El gobierno tomará forma estructural sólo en el primer cuerpo y no llegará a evolucionar hasta el cuerpo espiritual. Esta es la razón por la cual veía en Masó un fuerte candidato a que formase parte de la jerarquía del gobierno. El viejo patriota estaba más enraizado en el espacio etéreo que en el espacio físico.
Más adentro, más allá de lo etéreo, terminada la etapa adolescente del hombre, se vislumbrará la sutileza del espacio mental: el vehículo poético; sin embargo este espacio se constituye por dos estados relacionables al acto poético: la conciencia poética y el canal que posibilitará la entrega. El primer espacio, el astral, es movido por finas vibraciones telúricas donde surgen los pensamientos, los razonamientos, la lógica y los estados de intelectualidad. La activación de este espacio es el que marca la diferencia entre el hombre y el reino animal, entre el hombre arrogante y el hombre gallardo. Los animales sólo pueden activar el cuerpo etéreo.
Si el animal se puede mover a través de los espacios físico y etéreo, el hombre lo hará a través de un tercer espacio. Por ejemplo, la naturaleza de la vida primaria del hombre está posibilitada por la activación necesaria de estos tres cuerpos. Si en el hombre no se activase el estado astral se vería en mayores dificultades para sobrevivir en sociedad. La sociedad es la base de origen del cuerpo consciente.
Pero una cuestión esencial en el hombre es que esté consciente o no de que estos cuerpos están activados. La activación por sí misma constituye un recurso para la sobrevivencia humana. Estar consciente de que se han activado es un recurso para seguir el viaje hacia el “poeta en actos”. Así pues, en un atisbo de conciencia aparece el segundo espacio consciente, espacio psíquico en el que, por su particularidad asimétrica, surgen los sueños, la clarividencia y los estados de inconsciencia; el inconsciente colectivo, el hipnotismo y el mesmerismo que señala Martí en la crónica referida al trabajo de los antropólogos vertidos durante la celebración del congreso de antropología norteamericano. Lezama había alcanzado este espacio.
De modo que aquí, en el tercer momento, en el espacio mental, se crean los procesos subjetivos e imaginarios y surge la psicología científica. El cuarto espacio, el espacio poético, se puede considerar una tercera y última etapa de la configuración de la poesía en actos, o como lo denomina Martí, el alma humana, el origen del ser. Pero este espacio posee una significación particular respecto a los anteriores espacios, ya que en él se suceden las auténticas y esenciales transformaciones humanas. En el espacio poético la mente ha dejado de ser mente para transformarse en poesía en acto. Allí vive el poeta en actos.
Llegado a ese espacio, al del poeta en actos, se aclara la dicotomía entre lo que suele llamarse materialismo y espiritualismo. Partiendo de la activación consciente de este cuerpo, Martí puede dar una solución verdaderamente genial al problema de la exageración. En aquella reflexión pronunciada en el debate del Liceo Hidalgo de México, Martí se manifestaba por el equilibrio entre lo material y lo espiritual. Aquellos que defendían la tesis materialista desconocían que el cuerpo se conectaba con el cuerpo espiritual a través de los diferentes momentos sutiles, intermedios. De ahí que estos concluyeran: el espíritu no existe.
Por su lado, los espiritualistas defendieron el criterio de que la materia no existe, sólo el espíritu humano es real. De igual modo, los espiritualistas desconocían el modo de conexión del alma con el cuerpo físico y sus sucesivos momentos. Martí parecía tener experiencias y razones suficientes para no estar de acuerdo con ningunos de los dos postulados en oposición. Él sostenía que lo material y lo espiritual eran fenómenos de la misma energía en movimiento. De ahí la relación constante. La consideración de la total armonía de los cuerpos incorpóreos existente entre lo físico y lo espiritual, lleva a Martí a plantear tácitamente: “yo vengo a esta discusión con el espíritu de conciliación que norma todos los actos de mi vida. Yo estoy entre el materialismo que es la exageración de la materia, y el espiritismo que es la exageración del espíritu” (O.C. t 28, p. 326).
Téngase presente que la razón de por qué Martí usa en toda su obra el lenguaje simbólico y analógico, combinando prosa-poesía, es porque se refiere a los estados avanzados de incorporeidad de la evolución interior del hombre. El Prologo está escrito bajo esta consideración. Por esa razón, no hallaremos nunca en los textos de Martí una narración lógica, racional y metafísica de los problemas del hombre, excepto en aquellos temas dedicados a la ciencia, la técnica y la economía.
El quinto momento es clave en lo que concierne a la transformación individual. Todo lo que Martí dice de particular acerca de la “filosofía trascendental” en los Apuntes se halla comprendido por el quinto momento, y pertenece al estado indiviso del cuerpo poético. Se trasciende de la naturaleza del yo a la naturaleza del ser. En correspondencia con la Besant, el espíritu es una mina de hechos. Pero la Besant tiende a confundir los hechos espirituales con los de la psiquis. Dice Martí: “la mente puede entrar en lo espiritual más allá de lo que ha entrado” (O.C. t. 12. p.504). Entrar en lo espiritual, en la no-mente:
“Todo va acrisolándose por el ejercicio del bien, y convirtiéndose en esencia espiritual, presente aunque invisible. Todo es ya orden en el alma ya libre, cuya acción superior, e influjo directo, sienten confusamente en esta vida las almas irredentas. Edúquese lo superior del hombre, para que pueda, con ojo de más luz, entrar en el consuelo, adelantar en el misterio, explorar en la excelsitud del orbe espiritual”. (Idem)
Con la activación del cuerpo espiritual –el orbe espiritual-- desaparece la imagen del otro, muere el yo para abrirse la posibilidad de la libertad y la independencia –“orden en las almas ya libres”--. El yo resume el proceso de la mente, el ser resume al espíritu humano que se conecta directamente con el corazón. Por eso Martí dice: “yo hablo directamente al corazón”
Hay algo más de suma importancia en este cuarto momento. No es que el individuo desaparezca como tal, sino que en este momento se crean las bases para el nacimiento de la verdadera identidad del hombre: la de su gobierno interior. Martí lo suponía con aquella expresión insólita: “yo me llamo conciencia”. La independencia a que se aspira aquí no es total, porque todavía el sentimiento de creerse un individuo ata al hombre a la dependencia de sí mismo. La libertad posee todavía un límite. Esta es la diferencia del cuarto momento respecto al tercero: el hombre ha negado al otro y se ha afianzado sobre sí mismo, ha llegado a “reconquistarse a sí mismo”. Pero esta reconquista tiene todavía una dependencia, un obstáculo que superar. ¿De quién? De ser uno mismo en ausencia del yo, dependiendo básicamente del amor.
El cuerpo espiritual funge como el embarazo, el útero de donde nacerá la conciencia universal martiana. Tanto el lenguaje narrativo en prosa como el poético no pueden funcionar claramente y deliberadamente como en los anteriores estados; ellos pierden en la nueva apertura espiritual casi toda las perspectivas comunicativas, porque lo que se trata de decir ha llegado a un extremo de incorporeidad tal que no existe nada a qué referirse: es el inicio del nihilismo humano.
En el segundo estado espiritual se halla la verdad, el despertar, se halla el arte de José Martí y la concepción de patria, pues con el nacimiento de este estado se completa el recorrido total del conocimiento humano: de lo existente a lo no existente. Se llega al conocimiento total de la vida y de la muerte. Este conocimiento total, es decir, la totalidad de las dos magnitudes en que se mueve la vida, la existencia y la no-existencia, Martí lo intentaba expresar en la pregunta que le hace al Sr. Baz en el aquel debate del Liceo mexicano: “¿No recuerda el Sr. Baz cuando ha depositado un beso casto en la frente de su madre, cuando ha amado con la pasión del poeta, cuando ha escrito con miserable tinta y en miserable papel algo que no era miserable? Ese algo nos da la propia convicción de nuestra inmortalidad, nos revela nuestra preexistencia y nuestra sobrexistencia”.
A Martí le queda, por ende, un sólo recurso comunicativo: el de la transmisión de ese algo de “patria” de ser a ser, de hombre a hombre en estado de silencio. La comunicación verbal y escrita pierde utilidad para decir y trasmitir, a través del lenguaje, el núcleo duro del ser. Hasta entonces, la poesía había comunicado sobre la periferia del ser. Es el único modo de que se pueda entender cómo en el segundo estado espiritual desaparecen los hechos y surge el silencio (Humberto Piñera). El silencio no es un hecho espiritual como tal, sino un sentido de compresión absoluta de las cosas. Lo que caracteriza al segundo momento espiritual es haber comprendido que el lenguaje es ajeno al núcleo duro del ser. Al no existir forma lingüística para expresar lo esencial del ser, Martí trata de comunicarlo místicamente. Va a crear el gobierno.
Se asoma al no-ser. Se es inmortal por que se ha conocido la muerte. La oratoria martiana está repleta de ese sentido de comunicación entre el orador y el oyente. No son las palabras las que implican la transmisión del conocimiento total, sino los intervalos de silencio que subyacen entre cada palabra y cada frase de la oratoria.
El segundo estado espiritual se define como la etapa mística de José Martí. Para este estado usará gran parte de la literatura evangélica para referirse al estado de Conciencia, al núcleo duro del ser y de la conciencia de Cristo. No confundamos de modo estereotipado la expresión de Martí de que “el hombre no es lo que se ve, sino lo que no se ve”. Lo que no se ve es el recorrido de la evolución espiritual en relación con lo que se ve, con la expresividad del cuerpo físico humano y lo reflejado por el yo cognoscente. Si se desconoce la naturaleza consciente del cuerpo humano, la evolución espiritual no se llevará a efecto. El gobierno tomará forma estructural sólo en el primer cuerpo y no llegará a evolucionar hasta el cuerpo espiritual. Esta es la razón por la cual veía en Masó un fuerte candidato a que formase parte de la jerarquía del gobierno. El viejo patriota estaba más enraizado en el espacio etéreo que en el espacio físico.