
Ya se sabe: Si algo resulta difícil en el exilio es obtener reconocimiento, y en el campo cultural mucho más. De ahí que la mayoría de quienes trabajan contra el exilio, de los que dividen y torpedean todo esfuerzo de liberación, ya sea cultural o político, esté constituida por trabajadores del castrismo, sí, pero indirectos. Trabajadores por cuenta propia. Algunos incluso ni siquiera saben en pro de qué trabajan, tal es su soberbia y mediocridad. Intentan desesperadamente obtener reconocimiento y con tal de lograrlo son capaces no ya de hacer el ridículo, sino de vender hasta a sus madres. Esclavos de su ego, acaban convertidos en juguetes de la policía política. El ego, cuando nos domina y manipula a sus anchas –y esto en el caso de los “intelectuales” constituye un lugar común--, resulta la peor dictadura que se pueda padecer.