
“Los cubanos empobrecidos veían (¡miraban!) cómo los extranjeros gozaban de las más lindas, las más jóvenes y las más caras del Vedado y Miramar, mientras ellos sólo podían aspirar a las viejas, feas y baratas de la Ciudad Deportiva. Su sueño era emigrar para así un día regresar y alquilarse no una puta por hora y en moneda nacional, sino una jinetera de noche y de día”.
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