por Armando Añel
¿Qué pasó con Robert Duvall (a la derecha en la foto)? Se ha ido a La Habana junto a James Caan y Benicio del Toro, el actor que encarnara recientemente al Che Guevara en una película bastante conocida, y no se ha ido precisamente a hacer turismo. Se ha ido a hacerles el juego a los comisarios del castrismo, como se desprende de las imágenes que por estos días circulan en Internet.
Hablamos del mismo Duvall que hace cinco años descalificaba públicamente a Steven Spielberg por su visita de finales de 2002 a Cuba, durante la cual se reunió con Fidel Castro y tras la que declaró, supuestamente, que había pasado las mejores siete horas de su vida en compañía del dictador.
El poder corrompe, ciertamente, o el ego, o el Alzheimer, o las malas compañías, vaya usted a saber. Reproduzco fragmentos de un artículo a propósito de las anteriores posiciones de Duwall, que escribí en enero de 2004:
Fue en una entrevista para el programa 60 Minutos II, de la cadena CBS, el 8 de enero de 2004. Duvall se declaró consternado ante la afirmación, atribuida por varios medios de prensa a Spielberg.
“¿Consideraría erigir un pequeño edificio anexo al Museo del Holocausto, o al menos a lo largo de la calle, para rendir homenaje a los cubanos asesinados por Castro?”, se preguntó Duvall refiriéndose al realizador judío. Poco después, el portavoz de Spielberg, Marvin Levy, aseguraba que las declaraciones atribuidas a su representado -quizá fueran siete horas, pero no tan intensas…- no se correspondían con la realidad. “Nunca dijo eso, ni nada parecido”, insistió Levy en un comunicado que debe haber caído muy mal en La Habana.
Robert Duvall ha asegurado más de una vez -la última a propósito de las críticas del también actor Sean Penn a la campaña antiterrorista propulsada por la Casa Blanca- que los artistas no se inmiscuirían en política si tuvieran en cuenta sus inquietantes carencias informativas.
“A veces oigo a algunos actores de Hollywood hacer declaraciones proféticas y profundas, y me avergüenzan”, señalaba el intérprete, quien sabe bien que en casos como el cubano la evidencia salta a la vista: viajar a la Isla, reunirse con Castro, criticar las sanciones comerciales de Washington y no musitar una palabra a favor de los cientos de presos políticos que se pudren en las mazmorras del castrismo, de los miles de masacrados, de los millones de sometidos, sólo puede traducirse como un guiño -obsceno a estas alturas del cartel- al hombre de la esquina roja.
¿Qué pasó con Robert Duvall?