
Hasta la sexta entrada, el abridor Matsuzaka maniató la artillería cubana a puro control, administrando una recta corta y pegada que hizo estragos entre los bateadores cubanos.
Cuba se vio obligada a utilizar seis pitchers para contener, a duras penas, el bateo nipón.
A la altura del octavo, Japón picó otra vez el marcador, con una sexta carrera.
Una vez más, como en anteriores enfrentamientos, primó el control japonés. Al bate y a la defensiva. Los nipones desnudaron ciertas carencias del equipo cubano, como el sobrepeso y la ansiedad.