Respecto al caso cubano, la posición de Estados Unidos se ha visto fortalecida en la Cumbre de las Américas que este domingo cerró sus puertas en Trinidad y Tobago. No habrá concesiones adicionales a las ya ofrecidas en los últimos días al régimen de La Habana, o al menos es lo que puede deducirse de la intervención del presidente Barack Obama durante la clausura de la Cumbre. La pelota está en la cancha castrista.
En Trinidad, Obama ha puesto en circulación un estilo de hacer política en el que las buenas maneras no están reñidas con la solidez de ciertos principios irrenunciables para una democracia como la norteamericana. Se pueden decir las verdades más duras sin renunciar a la cortesía, la moderación o la sonrisa. Y se puede dialogar sin dejar por ello de defender la libertad y los derechos individuales en las mismas narices de sus enterradores. Es bueno, por ejemplo, que Luiz Inacio Lula da Silva, quien ha declarado que no deben esperarse gestos del castrismo para que Estados Unidos continúe relajando el embargo, se entere de que la carretera es de doble vía. La responsabilidad es compartida. O mejor: existe algo que se llama responsabilidad, aunque la clase política latinoamericana pretenda seguir ignorándolo.
La mano no negocia si el puño no se abre.