por Margarita García Alonso
El “campanero” y bien desafinado Fidel no hay día en que no me enoje. Desde su palacio de vampiro nacional, quiere ponerse todos los zapatos y bailar en cuanta casa, ojo, papel deje alguien por la isla.
En los últimos quince días he recibido más de veinte correos electrónicos de Cuba, en dos me citan que “una periodista de aquí afuera” había dado mi dirección -inútil, pues es fácil de conocer por Google-. De forma amistosa me piden que me calle, que no me dedique a la política; que le meta al verso, que trabaje…
Me enteré que el susodicho zombi y sus rastreadores han tenido acceso a mi blog en Wordpress pues el panel de control ficha visitas reiteradas a varios post relativos a “Hoy no he visto el paraíso, Margarita” y “Fayad Jamis”.
Que de Cuba entren a mis dominios me desespera, y casi nunca acarrea nada bueno.
Y no se hizo esperar, Kakacastro parió una de las reflexiones más insólitas de los últimos tiempos, donde confunde el meao con el guarapo y mezcla todo lo que le viene al espíritu torcido para tirar bolas y mitos, si sirven a su extinta “causa”.
Comienza en sus divagaciones bucólicas del cinco del mes último, narrando a Nicaragua. La culpa de la caída de los sandinistas -todavía no se ha enterado de la corrupción de sus ministros- yo la tuve ante mis ojos. De ese bochorno fui testigo, los niños pidiendo limosnas en las calles de Masaya y los sandinistas del poder viviendo a un nivel de enajenación de nuevos ricos, increíble.
No creo que sea el deterioro mental, más bien la mala leche, la que le hace saltar de un tema a otro, mezclarlo todo y justificar su presencia como al que le es difícil sostener un discurso más de cinco líneas -ese vicio narrativo se llama “cáncer en la gandinga”, o “cultura de cáscara”-. Menciona sujeto y nunca se sabe cuándo es el punto y aparte que da paso a la otra tesis.
Del presidente temporal de la ONU se fue a Reagan, y Nicaragua, y de ahí astralmente cayó en Manuel Navarro Luna, y todo para recitar a Fayad Jamis. Su hábito de utilizar a los muertos es conocido, así que en lugar de uno, se carga a dos. El muerto no se defiende, hasta Martí pasó por la cacerola.
No voy a hacer lo mismo, no voy a hablar en nombre de nadie, pero sí repito ese tremendo cansancio, desencanto y espanto de Fayad Jamis cuando se quitó la guayabera azul clarita de agregado cultural en el MINREX y cayó en plena Habana, “sin mujer hija de embajador”, “mujer viuda de mártir”, con la perestroika, la enfermedad y la ventolera que comenzaba llevándose cualquier migaja de pan.
Sus últimos poemas –Tepalcates- son un puzle fragmentado donde la realidad metía en la esquina de “nokao“ lo que había defendido, el faro de América se apagaba para dar paso a un tremendo y desilusionante apagón en La Habana.
En lo que a mí respecta, me encantan las cartas, aunque sean electrónicas, pero no fui viuda de nadie. Haber vivido con El Moro en sus últimos años sólo me ha servido para que me borren de las listas oficiales -esas de haber nacido-, y para que cada instante que pasa me dedique a criticar el sistema de injusticias que representa ese viejo coma andante.
No menciones a un muerto más, “asere desequilibrado”, ni tú ni la banda de periquillos que te dicen qué tema tratar. Deja en paz a los míos, es difícil tragarse tus reflexiones, y “ …habrá que darlo todo si fuere necesario, hasta la sombra y nunca será suficiente” quemando tus discursos envenenados, los rastrojos, los escombros, la pobreza , la miseria humana, el dolor de las familias, el exilio, la desesperación, el hambre. Habrá una y mil veces que fregar esa cochambre totalitarista, para llegar a ser libres.
Cortesía Margarita García Alonso