por Ignacio T. Granados
El Libro de Ifá es como el I-Ching, sólo que con los elementos mágicos que el otro perdió en su tradición intelectual; por eso, lo que registra es una situación y la dialéctica con que se resuelve, y le toca a cada quien hacer las interpretaciones.
Todos los elementos son complementarios y necesarios entre sí, los enemigos y las dificultades son sólo las contradicciones con las que hay que lidiar. En un ejemplo curioso, Oggún y Shangó, más que beligerantes serían aspectos contradicentes; como la rígida disciplina y el laborioso esfuerzo, tras el que está la corona. Para más curiosidad, cuando a un adepto lo rechaza Shangó lo protege Oggún, y viceversa; pero más asombroso es que es en el signo de la guerra entre ellos donde nace la amistad.
Según los viejos babalaos, Oggún y Shangó perdieron la dirección mientras se perseguían; sin darse cuenta le dieron la vuelta al mundo, tropezaron en el otro lado, y para no caerse se agarraron el uno del otro. Obatalá, que ya estaba cansado, aprovechó y los condenó a andar así abrazados y a apoyarse; lo que no quiere decir que se lleven bien, pero sí que se van a apoyar el uno al otro, aunque sea a las malas.
Es una pena que ya los abuelos no cuenten esas historias a nietos sin televisor ni nintendo, era así como la gente podía aprender de la experiencia ajena; pero igual las historias siguen ahí, y lo curioso es cómo la gente las repite aunque no las conozca.