por Richard del Monte Jr.
Ustedes van a perdonarme, pero a mí me parece que en Honduras se ha producido un Golpe Humanitario. Lo pongo en mayúscula por aquello de resaltar la idea, que me parece bastante original, aunque no inédita en su concepción. Recuérdese que hace apenas unos años Hugo Chávez también fue objeto de un golpe humanitario en Caracas. Aunque en aquella ocasión no fue trasladado fuera del país. Se orinó en los calzoncillos y debió lavarlos a la vista de los militares que lo apresaron, pero no fue trasladado. Un llorón el señor Chávez.
Un golpe humanitario es aquel en el cual el “golpeado”, en este caso Manuel Zelaya, sale ileso y encima puede darse el lujo de recuperarse y “recurvar”, con un poco de suerte incluso a reclamar lo que una vez fue suyo. Recurvar. Me gusta la palabra. Dicen que muy utilizada en Cuba en los años setenta, ochenta y parte de los noventa.
Pero a lo que iba. Zelaya fue objeto de un Golpe Humanitario en Honduras y no veo que nadie hasta ahora, ni siquiera él, haya mostrado el menor agradecimiento. Un Golpe Humanitario no es cosa fácil. Hay que contar con la magnanimidad de los enemigos del golpeado, que por lo general son muchos, de los soldados, el comandante, los congresistas, los jueces, etcétera, etcétera, etcétera. Y que no se escape un tiro mal escapado. Y que no haya un exabrupto. Y que nadie se estrese. Y que todo coincida con suficiente precisión como para que el golpeado abandone palacio sin un rasguño. Unos tiros cualquiera se los tira a una puerta. Lo verdaderamente meritorio es no tirárselos a liberticidas como Chávez y Zelaya.
Zelaya podría estar cumpliendo veinte años de cárcel, andar guardado en un húmedo calabozo hondureño, y todavía no ha dado las gracias. Qué falta de clase. Y todavía pretendía, el incapaz, dar un Golpe de Estado.