“En mi caso particular, aunque esto pasa con muchos cubanos, matar a Castro significa matar al que mata. Ya varias veces se le perdonó la vida, y todos conocemos el resultado. Sólo de pensar en los miles de muertos que nos hubiéramos ahorrado los cubanos con su sola muerte, las decenas de miles de hombres y mujeres que han perdido buena parte de sus vidas pudriéndose en las cárceles cubanas (hasta por tener un dólar en el bolsillo podías ir preso en Cuba hasta hace poco), las cientos de miles de familias divididas, etcétera, etcétera, dan ganas de matarlo. Digamos que el hombre merece morir. Su muerte daría mucha vida a millones de cubanos”.
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