Muere Juan Almeida, uno de los comandantes históricos del castrismo. No es secreto para nadie que en el próximo lustro, a mucho tirar en la próxima década, veremos caer los últimos reductos de la generación de la Sierra, para llamarla de algún modo. Lo que no hemos podido hacer los cubanos, demasiado ocupados en sacarnos las tiras del pellejo entre nosotros mismos, y darnos cepillo frente al espejo, lo está haciendo la naturaleza. Veremos si alcanzan estas muertes para brindarle respiración asistida a la Cuba del futuro, a la Cuba sin futuro.
Porque mientras todo esto ocurre, continúan ahondándose las divisiones en el seno de la oposición interna, a imagen y semejanza de lo que ocurre en el exilio, o viceversa, en la blogosfera, o viceversa, en prácticamente cualquier lugar o espacio donde resida, o aterrice, más de un cubano. Ahondándose o reproduciéndose, pues probablemente las divisiones son consustanciales al ser nacional, parte indivisible de una nación donde prácticamente cada ciudadano posee la verdad absoluta. Donde prácticamente cada ciudadano daría la vida por imponerle su verdad a los demás.
En cualquier caso, ¿recibirá la orden Juanes de cambiar las camisas blancas por negras, en señal de luto, durante el concierto del próximo 20 de diciembre en La Habana?