por José Luis Sito
El primer poema de Lezama Lima publicado en la revista Nadie parecía se titula Rapsodia para el mulo. Lezama sitúa al mulo como animal heráldico de la resistencia poética, de “la fogosa resistencia” en épocas de salvación. Eso que María Zambrano vio como “la tenacidad de un Sísifo vencedor”. La labor silenciosa y serena del mulo impulsada por “el agua de los orígenes”, un destino terco y obstinado “frente a la piedra”, laborando contra lo inerte y lo pasivo.
Precisamente, el editorial del último número de Nadie parecía, firmado por Gaztelu y Lezama, se llama Resistencia:
“Cuando la resistencia ha vencido lo cuantitativo, entonces empieza a hervir el hombre. Entonces... En esta noche al principio de ella vieron caer del cielo un maravilloso ramo de fuego en la mar (Diario de Navegación, 15 de septiembre 1492). No caigamos en lo del paraíso recobrado, que venimos de una resistencia, que los hombres que venían apretujados en un barco que caminaba dentro de una resistencia pudieron ver un ramo de fuego que caía en el mar porque sentían la historia de muchos en una sola visión. Son las épocas de salvación, y su signo es una fogosa resistencia”.
Tenemos que recobrar este Lezama Lima, no al falsificado por Cintio Vitier o Fernández Retamar.
Hay que recordar que en esos mismos años Virgilio Piñera publica su poema La isla en peso:
Los cuerpos en la misteriosa llovizna tropical,
en la llovizna diurna, en la llovizna nocturna, siempre en la llovizna…
Esta llovizna que cubre todo y lo empapa y que es también una fuente que necesita resistencia.
Señales para una “ontología” poética contemporánea, apoyada:
“Medio siglo es unidad de tiempo apreciable para cualquier conclusión. Lo que fue para nosotros integración y espiral ascensional en el siglo XIX, se trueca en desintegración en el XX. ¿Por qué? Las conspiraciones bolivarianas, las guerras del 68 y del 95, Martí, la propaganda autonomista, eran proyecciones que no han tenido par en el medio siglo siguiente (...) Aun los jouisser más optimistas tendrán que reconocer que las fuerzas de desintegración han sido muy superiores a las que en un estado marchan formando su contrapunto y la adecuación de sus respuestas (...) Esa corriente, honda en lo negativo, indetenible casi, hubiera podido ser contrastada si en otros sectores del gusto y de la sensibilidad se hubiera proyectado un deseo de crear, de mantener una actitud de búsqueda de lo capital y secreto”.