Originalmente eran siete las señas de identidad que redacté apresuradamente a propósito del leitmotiv “el Castro que llevamos dentro”. Castro como símbolo, claro, de un tipo sociocultural que obstaculiza la entronización del estado de derecho en Cuba. Luego alguien en el blog de Denis Fortún, o más de uno, depositó otras dos señas.
Nueve señas de identidad por las cuales reconocer al Castro que usted lleva dentro:
-Usted pasa mucho más tiempo hablando mal de la gente, o ejerciendo la crítica sobre los demás, que el que invierte en apuntar el lado positivo de las cosas. Siempre o casi siempre que un tema sale a relucir en su conversación –sobre todo si se trata de una persona-, usted se concentra en reseñar sus defectos o carencias.
-Usted es dueño de una oratoria imparable y es invitado, pongamos, a presentar el libro de un colega suyo. Sorpresivamente, el público presente ha pasado más tiempo escuchándolo a usted –todos aquellos que no terminaron durmiéndose desconsideradamente— que al propio autor del volumen presentado. Usted no sabe callarse.
-A usted le encanta chotear, pero no tolera que lo choteen. Como el Castro niño que jugaba béisbol con los chicos pobres de Birán, usted es el dueño del bate y la pelota. Si se aproxima el noveno inning y está perdiendo, suspende el juego por lluvia.
-Usted desprecia a su mujer en público, y suele tratarla mal en privado.
-Usted entiende por libertad de expresión aquellas expresiones que coinciden con, o no perjudican su idea de la justicia. No es justo esto o aquello que se está diciendo, y nadie mejor que usted para saberlo.
-Usted no devuelve favores a no ser que le convenga, puntualmente, devolver favores. Los favores fueron hechos para ser recibidos por usted, que a fin de cuentas es lo importante.
-Usted tiene una idea absurda y desproporcionada de su propio valor y, en consecuencia, desprecia todo aquello que no se ajusta a tal evidencia.
-Para usted las críticas son siempre expresión de la envidia de los débiles. Jamás hay que perder el tiempo tomándolas en cuenta.
-Usted desconfía de todas las personas sin excepción, y sobre todo de sus amigos. En cada amigo hay un enemigo en potencia.