por Armando Añel
Si Yoani Sánchez constituye, al fin y al cabo, un vehículo para tender puentes hacia la democracia en Cuba, bienvenida sea. ¿Será de la CIA, de la Seguridad, una ególatra más, una heredera de “nuestras gloriosas mambisas”, una desquiciada, una valiente, una mentirosa, una iluminada, una actriz de reparto? Yoani, en todo caso, es muchas cosas, pero también un agente del cambio. Sea lo que sea y de la manera que lo sea, es esto último además, y seguramente esto último resulta lo más importante.
Lo importante, primero que nada, es comenzar a desmontar, aunque sea por trechos y a mediano o largo plazo, una estructura totalitaria –la castrista-- con medio siglo de solidificación. Ya habrá tiempo para corregir las erratas, que no son pocas, y extender espacios de interacción y libertad. Y si no, nada peor que lo que hemos vivido los cubanos en los últimos cincuenta años. El maximalismo, en cualquier caso, no funciona en la política nacional.
Lo habíamos comentado en septiembre aquí: “El acontecimiento que marca el punto de partida de la ascensión del post-anticastrismo es la campaña de Obama por la presidencia de Estados Unidos. La idea del Cambio florece online: Política, arte y tecnología se dan la mano en Internet, y esto es inédito. Las elites culturales coordinan la política por primera vez en el exilio, a la sombra del ciberespacio y en las mismas narices del anticastrismo tradicional. El futuro se fabrica en la Red”.
Se fabrica y puede corregirse en la Red. El futuro no pertenece específicamente a Yoani, ni a Pánfilo, ni a Obama, ni a Hugo Chávez, ni a Raúl Castro. El futuro es nuestro, de cada uno, y está a la vuelta de un clic. Eso ya nada puede cambiarlo.
El castrismo contraataca: médicos que habrían atendido a Yoani Sánchez, según la versión oficial, dan sus impresiones