(Ponderación de Trollerías)
por Ignacio T. Granados
Dice la leyenda que Eco era una ninfa feliz, que vivía en esa perfecta ignorancia de las ninfas; algo así como la pureza de nuestros padres [Adán y Eva], que desconocían su desnudez y en ello eran felices. Cuenta la misma leyenda que Eco perdió su inocencia al ver la belleza de Narciso, y esa pérdida significó también la de su cordura, pues quedó condenada a repetir la última palabra que oía de los mortales.
¿Alguien puede imaginar castigo más terrible, no sólo no oír más las sublimes conversaciones de los dioses sino, además, repetir la banalidad cotidiana del transeúnte casual? Bien mirado, la Ninfa Eco resultaría una especie de Troll para el viandante casual, sorprendido por esa repentina repetición de su voz; y es de suponer que por cautela ante esa dificultad se inventaron términos complejos como “otorrinolaringólogo”, que parece un código de verificación Google. Los seres humanos no han podido deshacerse de Eco, pero tampoco es que les importe mucho: la incorporaron ya ni siquiera como dificultad inevitable, sino incluso como peculiaridad.
En todo esto, Cuba Inglesa pareciera un Narciso que no accede a las pretensiones vulgares de Eco; tampoco se dirige con ello a la maldición del ahogamiento, pues leyendas perdidas dicen que lo salvó Apolo con una irrupción repentina en el tejido perfecto del Hado. Cuenta otra tradición, incluso, que Eco murió por la indignación que provocó en el dios Pan con su soberbia; que de un modo algo retorcido la habría llevado a ese deseo imposible por Narciso, y ha de recordarse que Pan es el que inaugura el pánico incluso en estética.
Cuba Inglesa es así el oscuro objeto del deseo de una ninfa que se corrompe en las sensualidades de su receptividad, cuando, sin que importe ya el género, lo receptivo es esa incapacidad para la iniciativa creadora que sólo hace germinar la semilla plantada por otro. Nada es perfecto, ni el destino perfectamente trazado; que para lograr semejante perfección, ha de incluir la imperfección del espacio potestativo en que se luce Dios.