por Armando Añel
En el programa de María Elvira, en el canal Mega TV de Miami, Manuel de Beunza, testigo protegido del FBI desde 1987 y ex oficial de la inteligencia cubana, aseguró que en algún momento de la década de los setenta había comprado materiales para los bunkers de Fidel Castro por valor de varios millones de dólares. Los bunkers, supuestamente, servirían o sirven de refugio atómico con capacidad para 157 integrantes del primer anillo de poder en Cuba, que en ellos podrían –pueden— vegetar, sin salir a la superficie, alrededor de dos años.
No sé nada de bunkers, pero le había escuchado decir al “comandante” que pretendía morir en combate. Estoy seguro, en varios de sus discursos y comparecencias lo ha asegurado como quien lanza un desafío. Entonces, ¿a qué viene tanto gasto, nada menos que dos años de “resistencia” subterránea? El comandante, ciertamente, es un pícaro alardoso –la cubanidad en su estado pendular (porque hay muchos estados)—, y esto de los refugios millonarios, con duchas de reciclaje y césped artificial, parece una soberana tomadura de pelo.
En cualquier caso, no sé por qué me huelo que en presencia de los marines, a las primeras de cambio, el comandante habría advertido: “¡No me maten, valgo más vivo que muerto!”. A lo Che Guevara. O se habría resignado a que le examinaran las muelas bajo el tableteo de las cámaras fotográficas, como el caballo viejo de Sadam Hussein.