por Richard del Monte Jr.
En este blog se ha hablado hasta por los codos de los defectos culturales que debe superar la sociedad cubana para erigirse en una sociedad moderna. Se han apuntado contravalores como la soberbia, el ultranacionalismo, la intolerancia, etcétera. Pero quizás se nos ha escapado un contravalor clave: el conformismo, producto de una sociedad emanada de la religión católica.
Así, uno de los déficits culturales de los que poco se habla es el de la sumisión o conformismo propios de sociedades educadas en el catolicismo. Nietszche, por ejemplo, estaba convencido que los valores tradicionales, es decir, los religiosos, representaban una “moralidad esclava”, una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos conformistas.
El catolicismo entronca con el comunismo en el sentido de que el individuo continúa siendo un ser conforme y sumiso, a merced de los condicionamientos de una deidad, ya sea Dios, el Estado, Fidel Castro, la comunidad, la tribu. Por eso también es dable analizarlo así: El castrismo como sustituto del catolicismo, con la santería, o las religiones afrocubanas, prestándole a ese mejunje sabor y movilidad. Todo mezclado, como diría el inefable Nicolás Guillén.