por Ignacio T. Granados
Entre las grandes experiencias que he tenido últimamente, está la de conversar con Armando Álvarez Bravo sobre José Lezama Lima. Bravo fue quien publicó en Cuba la Órbita de Lezama Lima, en esa colección de Casa de las Américas, así que no es cualquier testimoniante, como esos que llueven hoy día, sino una primera fuente. Más grave aún que ser una primera fuente, lo es por la intensidad de la relación; de ahí que asombre con sus afirmaciones, que son terminantes, porque son sobre lo que conoce. Si importante es su propia sensibilidad poética, más importante es la experiencia que esa sensibilidad le regala; y es esa experiencia, que tuvo a bien comunicarnos para un documental que prepara Ernesto Fundora, la que asombra como un exergo.
Dijo Álvarez Bravo que “la gente se ha empeñado en mitificar a Lezama Lima, porque no tienen capacidad para entenderlo”. También que “Lezama aceptó su destino” no sólo en ese sentido de la fatalidad poética, sino también en el de su propia crisis existencial, que no rehuye lo político. Sólo que, en ese mismo sentido y según Álvarez Bravo, “la inteligencia no es tanto la fuerza como saber resistir, [y] Lezama era de mucha resistencia”. Por sobre todo, algo claro, y es que “Lezama no tenía que probar nada, porque ningún intelectual tiene que probar nada”. De ahí que para Lezama la poesía “no era una dificultad, no era un problema, era algo natural”.
Todas las citas son más o menos espurias, fueron copiadas a prisa y sin posibilidad de repetición; fueron dichas para la cámara de Ernesto Fundora, y uno que incidía con preguntas capciosas se las ingeniaba para guardarlas en la memoria. Algo cómico y grandioso, aunque anecdótico, cuando fue confrontado con las afirmaciones de los jóvenes críticos: “Eso no existe, los críticos son o no son críticos, lo de jóvenes es otra cosa”.