Recordamos a nuestros estimados lectores lo que ya anunciábamos aquí hace unos días, en nuestra zona editorial. El sábado 30 de enero apuntábamos acerca de la palabra, o letras de verificación, y refrendamos el mensaje:
“No va a ser una constante. Vamos a estar alternando los horarios de este dispositivo. Durante determinados tramos, horas o días, habrá verificación de letras, y durante otros no, de manera que nuestro Querido Troll no se sienta completamente discriminado, y nosotros mismos podamos recrear los usos que inevitablemente, más temprano que tarde, retomaremos. Es cierto que las letras de verificación no constituyen un mecanismo de moderación ni censura, pero aun así no vamos a renunciar a la fluidez habitual, todo lo contrario”.
Así que no hay que perder la perspectiva. Es el troll quien se desgasta aquí, no nosotros, no el editor de este blog, quien apenas invierte un par de segundos de su tiempo, cuando va a colgar una entrada, en activar o desactivar las letras de verificación. Otra cosa sería si estuviéramos pendientes de las evoluciones del troll, aunque no podemos negar que nos hemos divertido con él, y ocasionalmente hasta le hemos tendido alguna trampa.
La decisión de activar o no la palabra de verificación la toma el editor de este blog –generalmente, repito, cuando entra a la zona de edición a subir alguna entrada—, en base a sus propias consideraciones y/o, eventualmente, a algún pedido de nuestros lectores. En este sentido, la pretensión trollera de que respondemos a sus “presiones” es, por supuesto, infantil (aclaramos más bien para aquellos que visitan por primera vez este blog, o lo hacen esporádicamente). Además, al alternar aleatoriamente la verificación, al no establecer un horario fijo para ello, obligamos al troll a visitar una y otra vez Cuba Inglesa. Con ello, como hemos dicho ya, cumplimos una misión caritativa y de paso, porque tampoco somos tontos, aumentamos el tráfico del blog.
Indudablemente, para un robot el hecho de reproducir las prestaciones y singularidades de un ser humano constituiría la evolución máxima. Para un ser humano, en cambio, el hecho de reproducir las prestaciones y singularidades de un robot constituye, evidentemente, la degeneración máxima, el summum de la impotencia y la mediocridad. El problema, todo, lo tiene el pobre troll. No perdamos de vista esta realidad, y seamos solidarios.