Ella dijo que en invierno porque las hojas
habían caído sin remedio para dejarse podrir.
Siempre se abrigaba con su sombra
y un abrigo nuevo de pieles,
aunque no le alcanzara la vida para pagarlo.
Lo dice ahora en esta playa, desnuda
mientras bebemos cerveza en jarra
y fumamos el único cigarro que nos queda.
Me interrogo, cómo puedo hacer el amor
ahora que no tiene interés en su sombra,
pero ella adivina y me dice no puede esperar al invierno,
entonces se mete al agua y abre las piernas,
y yo me voy con ella debajo de la ola,
y la furia lenta del mar nos complace.
Ella dijo que en invierno le gustaban mis ojos,
que de seguro cambiaban este verde por uno menos elocuente.
No dije nada y los cerré ante la sal.
Ella olía a algas y a loba de mar, tal vez a misterio,
luego se vistió y no volví a verla;
estuve tendido toda la tarde como un desconocido en la arena
mientras otros cuerpos pasaban ocultos en su desnudez.