por Tony Cuartas
“No somos dueños de la vida, porque la muerte siempre nos acompaña”.
Señalemos y reverenciemos con humildad estas décimas (o poemas decimados) de Denis Fortún, que ha ido al rescate de una forma pudiéramos decir elitista, como bien especifica su editor, Ignacio T. Granados. La poesía contenida en Zona desconocida (Ediciones Itinerantes Paradiso, Miami, 2008) es equilibrada y rica en imágenes y metáforas, a la usanza del barroco tardío.
Persiste en este libro un profundo frescor, que emana de unos versos expulsados en lentísima postura. Los he vuelto a leer y regreso otra vez al inicio. En su embrujo atrayente, casi un centenar de décimas van gestando una tipografía muy bien escogida, que brinda al poemario un toque de modernidad a pesar de su estilo atemporal.
Voy tratando de transparentarme y estos versos me transportan a los colores y dibujos espléndidos del Greco, o del mismo Velázquez. Irrumpo en el abstraccionismo, para reinstalarme cuando nuestro amigo afirma:
Diablo tragando ciudades
con perros ladrando infiernos
y Moscú dentro de cuernos
derritiendo soledades…
Aquí Denis nos traslada a la iniciación consagratoria, para desaparecer con el ladrido de los perros, cuando la ciudad nos engulle en sus cuernos derretidos. Al subrayar que la ciudad duerme tras un retablo, nos traslada al teatro, donde el proscenio es la claridad histórica de La Habana, dogma que vendrá acompañado por el soplo afirmativo:
Flota desnuda tu voz,
sin castidad; la callada
manera de verse atada…
Para después reaccionar con unos versos llenos de esos símbolos que pre-citan al jerarquizar la palabra, al mostrarnos un manejo magistral del lenguaje poético. Se trata de una poesía genuina del ser, capaz de detenernos ante su esplendor:
El inventarte un poema.
El escribirte por dentro.
El beberte y querer entro-
nizarme en ti, es el teo-
rema de una ley irrebatible...
Es la sublevación del lenguaje desdoblándose, interponiendo la imagen y la voracidad en la forma, cuando la metáfora es el otro cuerpo que concluye una décima arrítmica. Sin embargo, no por eso el ritmo y la musicalidad están ausentes en este poemario. Es que lo esencial en poesía es provocar al lector, o al que escucha, es provocar emoción. Los versos de Denis Fortún son testimonialmente sustanciales, y nos invitan a retornar una y otra vez al libro, a releerlo incluso hasta memorizar lo leído.