google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Cuestión de intereses (II y final)

sábado, 5 de junio de 2010

Cuestión de intereses (II y final)

por L. Santiago Méndez Alpízar

A pocos días estamos de que los norcoreanos torpedearan un buque de la otra Corea, la del Sur. Todavía no hemos escuchado decir ni pío al director de cine que dirige la comunista de las Coreas, y que sin embargo se apresuró a echar a todos los que no fueran de los suyos --a esos pa salir les cuesta como a un cubano— y a romper relaciones para si se arma, por fin, alguna otra guerra en la que poder soltar un poco de los tantos misiles, de probar las nuevas tecnologías... La rubia de los Clinton, que dispone de una considerable presencia militar en la zona, advirtió que había que tomar medidas y que su país, estaba claro, apoyaría a los agraviados. Dijo más, emplazó a China a dar su consentimiento y poder --libres de veto— poner sanciones internacionales a la dictadura coreana. Pero los chinos, que son, casi, la otra mitad del mundo, no han dado el brazo a torcer. Como siempre podrían vetar cualquier resolución. Los chinos, tan callados, tan de poquito a poco: cada vez más fuertes, y con la garganta amplia, y con la vista puesta en los dineros: cada vez más sudamericanos y africanos nuestros entrañables chinos. Cada vez más presentes donde se te ocurra.

Y entonces: ¿Bueno el bloqueo a Gaza, malo el hundimiento del barco coreano en supuestas aguas territoriales de la otra Corea? ¿Bueno el embargo de EE.UU a Cuba, malo el embargo a Irán?

EE. UU. Quien, por una vez, podía pararle un poco la patas al tío duro de Netanyahu --que confirma la alta voluntad del ser humano para tropezar más de una vez con la misma bazofia, quiero decir, misma mierda—. No tirará piedras contra su propio tejado, el que ha ido construyendo y armando hasta los pelos rizados de los tirabuzones, tan bonitos los peyos, por cierto.

La parcialidad del mundo que compartimos no es nada oculto, se hace a la vista de todos. Lo correcto es estar con Occidente, hablar de democracia, de economía liberal, que es el santo grial y la receta, da igual si quieres. Lo correcto es tener bien cerca de la boca ciertas palabras: árabe-terroristas-islámicos...

Y tocamos tecla sensible, mucho. Obama dijo en su discursito sobre la gesta neopirata de su puerto favorito en Oriente Medio, que no tenían pruebas suficientes para condenar al gobierno de Israel. Que apoyarían una investigación conjunta con países de la Unión Europea, sin embargo. Algo que, dejó claro su homólogo judío, no pasaría. Muchos esperábamos una actitud mucho más firme de Barack Obama. Muchos deseábamos que las democracias por fin le dijeran al fajarín de Israel que no, que no se abordan barcos en aguas internacionales; menos se mata a sus tripulantes. No, eso no se hace, ni en nombre de Dios. Ni aunque en ellos vayan simpatizantes de mis oponentes. No se pega tiros a quemarropa a civiles, menos sabiendo quiénes son, de dónde vienen. Pero, ¿qué quieren? ¡Será posible que no aprendieran, nada, nada de nada!

¿Qué se logró --más que la muerte, luego el desprecio— con el sangriento atropello? ¿A quién vender la idea de unos barcos con 600 terroristas, armados con sillas, cuchillos, machetes, tirachinas, ahora que sabemos minuto a minuto lo ocurrido? Por una vez la condena internacional ha sido, casi, unánime. Por una vez el alto mandatario de la ONU habla claramente: baño de sangre.

El despropósito de continuar apoyando los abusos del prepotente gobierno de Israel en nombre de la democracia, si no lo es en sí mismo, roza el sentimiento fascista. El plañidero ejercicio de poner a la superpotencia de Oriente Medio como eterna víctima, de recordar lo sufrido para no ver de lo que son capaces, sencillamente ya no cuela. La insistencia en demonizar al pueblo palestino, que lejos de buscar una guerra, la encontró --se la trajeron las mismas supuestas democracias occidentales— solamente puede responder a claros asuntos de intereses. Los intereses de Occidente, que ha sido en definitiva el hegemónico, el que les apretó la corbata y les encasquetó los mismos pantalones y la misma prisa hasta a los chinos.

Mientras escribo, ya hay otro barco repleto de terroristas (son como 15 Irlandeses) de la peor calaña intentando romper el humanitario bloqueo a Gaza. Son capaces de arriesgar su vida, llevar ayuda al prójimo, por musulmán que sea. Llevan hasta a una Premio Nobel de la Paz a bordo: Mairead Corrigan-McGuire.

Mientras redacto estas pocas líneas, ya el gobierno israelí ha dejado clara su voluntad de asaltarlo, también. Si nos importara realmente concluir con tanta maldad, sin razón, cogeríamos barcos en muchas direcciones prohibidas.

Para el Rachel Corrie, nombre del barco que ya ha sido interceptado por dos barcos de guerra israelí, supongo el desenlace será parecido: soldados israelíes llegarán del cielo, casi, y le darán pan con lechón a todo el que no se esté más quieto que una vela. Esta vez no mataran a nadie: yo apuesto. Y es que será cierta la fábula del pavo. Definitivamente sea Israel una combinación peculiar y a caballo entre esto que suponemos Occidente --a estas alturas tan cuestionable— y aquellas profundas convicciones, aquella otra manera de atender, mirar, razonar un mismo asunto.

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