Primera parte de una intensidad casi insoportable. Holanda consiguió lo que se proponía, si es que era eso: sabotear el centro del campo español en base al corta y pega de sus mediocampistas de contención, De Jong y Van Bommel. Ambos recibieron cartulinas amarillas, aunque el primero mereció la roja tras hundir la pierna hasta la rodilla en el pecho de Xavi Alonso. Karate Kid en torno al círculo central. España sólo pudo hacer valer su juego de toque en súbitas subidas esporádicas. Tras los primeros quince minutos de tanteo y observación, el partido desembocó en una tromba intermitente sobre la que toreros y tulipanes giraron como peonzas.
A la altura del minuto 17 de la segunda parte, el cancerbero español sacó milagrosamente, con la punta del pie, un balón que ya llamaban gol los holandeses. Pase filtrado que falló Arjen Robben, o adivinó Iker Casillas. David Villa se perdió otro gol sobre la portería naranja, tras una excelente individual del recién estrenado Navas, y otro más Sergio Ramos cabeceando solo sobre el minuto 32. El partido volvía a reproducir sus virtudes y defectos de la primera parte. Dominio alternativo y ocasiones en ambos arcos, aunque España siempre sacaba una cabeza.
Era una noche para cualquiera. Y la prórroga siguió el hilo conductor de los primeros dos segmentos. Entonces, a la altura del minuto 109 del completo, Heitinga recibió la roja. Los holandeses se quedaban con diez para los últimos diez minutos. Y llegó el gol de Iniesta. Trabajado, incesantemente trenzado, antes del centro del Niño Torres, que había entrado por Villa. Triunfo justo y merecido, y valga la redundancia. España fue la mejor.