
Pero la culpa de la goleada de Alemania este sábado (4-0), como bien dice Pelé, no es de Maradona, es de los argentinos, que incomprensiblemente lo eligieron DT y siguen rendidos a los pies de esta mala pelusa, pésima persona, déspota entre los déspotas. A los pies de uno que va por el mundo de vedette resentida echándole la culpa a todo y a todos de sus sucesivas meteduras de pata, incapaz de reinventarse a sí mismo y/o rasgar la camisa de fuerza de su narcisismo enfermizo. Ese es el perdedor Maradona, y Argentina se lo tiene merecido.
En el partido de ayer noche, Uruguay superó a Ghana tramposamente, con otra “manita de Dios” –ese nefasto ejemplo de fútbol delincuente que continúa rindiéndole dividendos, sobre todo, a los equipos de raigambre latina— que impidió un gol a boca de jarro sobre la portería sudamericana, en el último minuto. La justicia poética seguramente pondrá a los uruguayos de rodillas ante Holanda, o al menos eso debería pasar el próximo martes.