google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Espacio Laical y el cuento chino de la Iglesia

viernes, 27 de agosto de 2010

Espacio Laical y el cuento chino de la Iglesia

“Resulta encomiable luchar para ensanchar los espacios de libertad, pero la libertad tiene un fin, que es la realización de la bondad humana. Por eso, puede resultar cuestionada cualquier lucha que no implique una metodología que tenga presente esa virtud”, dice en un reciente editorial la revista Espacio Laical, apuntando, tanto en este fragmento como en el resto de su análisis, a la cabeza de lo que llama “oposición radical”.

No hay que complicarse mucho para refutar el editorial de marras, ni sobra tiempo aquí afuera para enredarnos en galimatías archiconocidos y requetemanejados. Pero ya puestos, si el fin debe ser “la realización de la bondad humana”, como afirma el fragmento arriba citado, ¿cómo es posible que la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba haya pedido públicamente por la salud de un asesino que, como Fidel Castro, es responsable de la muerte de miles de cubanos?

La Iglesia Católica cubana debería comenzar por emprender un análisis retrospectivo de su papel en el apuntalamiento del sangriento régimen que oprime a Cuba. Se puede dialogar, incluso se puede extender coyunturalmente un piadoso manto de silencio sobre ciertas zonas escabrosas de nuestro pasado reciente, si ello facilita la mecánica de la transición hacia la democracia y un verdadero Estado de Derecho. Pero lo que no se puede es apedrear con tejado de vidrio, como pretende el editorial de marras. No se trata de radicalismos, se trata de realidades muy concretas. El primer responsable de los miles de muertos y de los cientos de presos de conciencia en Cuba –hablamos aquí de los muertos y presos de la sociedad civil cubana, de las familias destrozadas, de la barbarie, la delación y el abuso, no de “imperialistas yanquis” caídos en combate—es Fidel Castro, por el que los obispos oran y a quien acompañan en su enfermedad.

La ya legendaria hipocresía, el oportunismo decimonónico de lo católico institucional, son de sobra conocidos. Ya basta de cuentos chinos y de poses “humanistas”. El castrismo escogió a la Iglesia para escapar por la ventana de la profunda crisis a la que lo han abocado su empecinamiento y la presión, inédita por lo menos en los últimos 30 años, de unos hombres que estaban dispuestos a morirse literalmente de hambre (y lo demostraron), de unas mujeres que no estaban dispuestas a aceptar la patraña de que “la calle es de Fidel”, y no la aceptaron. La mediación católica puede agradecerse, ciertamente, pero cuidado: La Iglesia debe ser humilde, reconocer que llegó al baile cuando la fiesta ya estaba andando y abstenerse de cargar contra la oposición interna, que con todos sus errores y carencias ha dado la cara y se ha jugado el pellejo frente al monstruoso aparato de represión castrista, mientras los obispos se metían debajo de la cama.

Si ha habido una institución civil, no gubernamental, que ha contribuido a la perpetuación del totalitarismo en la Isla, esa ha sido, con su cobardía y oportunismo, la Iglesia Cubana. Las cosas por su nombre.

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