No queremos pertenecer a ninguna elite. Las elites, por lo menos las “intelectuales”, han demostrado no ser tales. No creemos en la palabrería de dichas elites, creemos en hechos concretos. Creemos en la grandeza de aquellos capaces de empinarse por encima de sus miserias. Creemos en la grandeza de quienes son capaces de ceder. Creemos en la grandeza de quienes no saben tirarse el peo más alto que el culo. Las elites cubanas dan risa. Durante siglos, no ya décadas, han sido incapaces de gestionar la nación, desde la plaza hasta la mesa del comedor de su casa, de manera que, ¿de qué elites estamos hablando?
De unas elites ni siquiera capaces de gestionarse a sí mismas. Elites fabricadas en serie para caerse a mentiras entre ellas. Por eso los cubanos, el pueblo llano –que tampoco merece mayor respeto, por supuesto—, no se las traga ni se las cree. Por eso estas falsas elites viven de la limosna y la superchería, de la envidia, la intolerancia y la mezquindad.
¿Intelectuales? ¿Elites? A mearse de la risa. A tirarlas a mierda. Eso es lo que realmente merecen. La gran burla total, masiva, consuetudinaria. Un gigantesco ataque de risa.
De unas elites ni siquiera capaces de gestionarse a sí mismas. Elites fabricadas en serie para caerse a mentiras entre ellas. Por eso los cubanos, el pueblo llano –que tampoco merece mayor respeto, por supuesto—, no se las traga ni se las cree. Por eso estas falsas elites viven de la limosna y la superchería, de la envidia, la intolerancia y la mezquindad.
¿Intelectuales? ¿Elites? A mearse de la risa. A tirarlas a mierda. Eso es lo que realmente merecen. La gran burla total, masiva, consuetudinaria. Un gigantesco ataque de risa.