por José Luis Sito
José Luis Rodríguez Zapatero es un esqueleto político. Un cadáver político, que el tiempo ha ido fermentando y consumiendo hasta dejarle sólo los huesos. En estas condiciones no se beneficia ni de la esperanza de ser reanimado. El presidente español no tiene la más mínima posibilidad de resurrección, renacimiento o rehabilitación. Sus huesos ya no pertenecen al reino de los vivos. No es una momia, como la de Castro, ya que Zapatero es un simple paisano ahora presidente y mañana paisano de nuevo. No es como Castro, un propietario eterno, momificado, del país. Aunque parece soñar con serlo, si observamos cómo se comporta en estos momentos. En efecto, ¿cómo un elegido democráticamente puede desestimar, rechazar de un revés de mano, la vox populi que reclama su salida del poder?
Las encuestas demuestran con creces y sin lugar a dudas que el pueblo español rechaza total y categóricamente su política, su liderazgo y su mandato. No le hace ninguna confianza y no solamente lo culpa de lo ocurrido en España a favor de la crisis, sino también teme que sus acciones puedan agravar aún más la catástrofe en el futuro.
Y de hecho, la agravan. Un ejemplo, el nuevo presupuesto del que Zapatero y los socialistas del siglo XXI se jactan, declarando que es “el mayor volumen de gasto social que nunca ha habido en la historia de este país”. Lógico, puesto que han logrado con su incompetencia abrir la crisis económica más grave de la historia. Ahora que transformó a los trabajadores en asistidos desempleados, Zapatero reparte calamitosamente dinero a esa masa enorme de nuevos pobres. Y lo distribuye con tanta liberalidad porque no es el suyo, sino el de los españoles, que así continúan endeudándose. Una enorme deuda que, aumentando, aumenta a los parados. Un círculo vicioso que sólo pudiera detenerse con nuevas elecciones generales, acabando a la vez con el contenido puramente ideológico de los actos políticos que han arrastrado el país a este desastre. Hay que notar que los tres países europeos en bancarrota son de gobierno socialista: Portugal, Grecia y España. ¿Es una casualidad?
Zapatero no parece decidido a dejar el puesto. Al contrario, se aferra al poder con la misma saña e insistencia con que lo hacen los socialistas del siglo XXI en Latinoamérica. La izquierda española ya tiene poco que envidiar al castrochavismo, y en este sentido el PSOE del socialismo del siglo XXI puede hasta decretar a Zapatero presidente vitalicio. Si pudiera.
El jefe de gobierno español, si le quedara todavía algo de razón, debería dirigirse al osario político y retirarse a meditar sobre la vanidad de las cosas en este pobre mundo. Pero quizás ni tenga brío para eso.
José Luis Rodríguez Zapatero es un esqueleto político. Un cadáver político, que el tiempo ha ido fermentando y consumiendo hasta dejarle sólo los huesos. En estas condiciones no se beneficia ni de la esperanza de ser reanimado. El presidente español no tiene la más mínima posibilidad de resurrección, renacimiento o rehabilitación. Sus huesos ya no pertenecen al reino de los vivos. No es una momia, como la de Castro, ya que Zapatero es un simple paisano ahora presidente y mañana paisano de nuevo. No es como Castro, un propietario eterno, momificado, del país. Aunque parece soñar con serlo, si observamos cómo se comporta en estos momentos. En efecto, ¿cómo un elegido democráticamente puede desestimar, rechazar de un revés de mano, la vox populi que reclama su salida del poder?
Las encuestas demuestran con creces y sin lugar a dudas que el pueblo español rechaza total y categóricamente su política, su liderazgo y su mandato. No le hace ninguna confianza y no solamente lo culpa de lo ocurrido en España a favor de la crisis, sino también teme que sus acciones puedan agravar aún más la catástrofe en el futuro.
Y de hecho, la agravan. Un ejemplo, el nuevo presupuesto del que Zapatero y los socialistas del siglo XXI se jactan, declarando que es “el mayor volumen de gasto social que nunca ha habido en la historia de este país”. Lógico, puesto que han logrado con su incompetencia abrir la crisis económica más grave de la historia. Ahora que transformó a los trabajadores en asistidos desempleados, Zapatero reparte calamitosamente dinero a esa masa enorme de nuevos pobres. Y lo distribuye con tanta liberalidad porque no es el suyo, sino el de los españoles, que así continúan endeudándose. Una enorme deuda que, aumentando, aumenta a los parados. Un círculo vicioso que sólo pudiera detenerse con nuevas elecciones generales, acabando a la vez con el contenido puramente ideológico de los actos políticos que han arrastrado el país a este desastre. Hay que notar que los tres países europeos en bancarrota son de gobierno socialista: Portugal, Grecia y España. ¿Es una casualidad?
Zapatero no parece decidido a dejar el puesto. Al contrario, se aferra al poder con la misma saña e insistencia con que lo hacen los socialistas del siglo XXI en Latinoamérica. La izquierda española ya tiene poco que envidiar al castrochavismo, y en este sentido el PSOE del socialismo del siglo XXI puede hasta decretar a Zapatero presidente vitalicio. Si pudiera.
El jefe de gobierno español, si le quedara todavía algo de razón, debería dirigirse al osario político y retirarse a meditar sobre la vanidad de las cosas en este pobre mundo. Pero quizás ni tenga brío para eso.