por Delio Regueral
De un amigo, un email: “El hp de Miami te está atacando en su blog”.
De un enemigo, otro email: “No hagas caso al hp, que eso es lo que él quiere”.
Una llamada de uno de los buenos: “Oye loco, no hagas caso a las provocaciones de ese hp, que no vale la pena caer en ese juego”.
Otro email, este manipulador: “A ese lo que le hace falta es un tipo como tú, siempre dispuesto a ayudar sin rencores, para poder llorar. Él lo que busca es un hombro para apoyarse, ya se le acabaron los que estas alturas todavía podían interesarse en sus ofertas”.
Otra llamada de un bronquero del barrio en Labana: “Oye brother, te llegó el momento, hay cosas que no aguantan otro ademán…”.
Llamada desconocida. Riiiiinnnnggggg. Yo: “Dime algo que no tenga que ver con el pobre tipo, please”. Reconozco su voz: “¿De qué hablas? ¿Estás acabado de levantar?”.
Yo: “No man, es que ya me tienen jodido con la historia del pobre infeliz”. Él: “Ah sí, ya sé, por eso te llamaba... ¿qué vas a hacer?”.
Nada man, ¿qué puedes argumentar o enseñarle a un tipo que después de la media rueda lo único que ha demostrado es precisamente incapacidad para aprender? Y que para no dejar dudas sólo se empeña en demostrarlo, como si su problema fuera una inquietud universal. Si fuera quien dice, cumpliría al menos sus amenazas. La que me hizo a mí, después de avergonzarlo en público, caducó hace ratón y queso. El queso decidí comérmelo, el ratón está todavía tras la melodía de Fidelín, que se escucha en los cayos desde La Habana, o mejor dicho, Labana, como dice Landy (Orlando Luis Pardo Lazo), a quien él trata de disminuir por reconocerlo como uno de los pocos grandes de Cuba.
Así es la vida. Si eres de los atacados, estás a salvo contigo mismo, que al final es lo que cuenta.
De un amigo, un email: “El hp de Miami te está atacando en su blog”.
De un enemigo, otro email: “No hagas caso al hp, que eso es lo que él quiere”.
Una llamada de uno de los buenos: “Oye loco, no hagas caso a las provocaciones de ese hp, que no vale la pena caer en ese juego”.
Otro email, este manipulador: “A ese lo que le hace falta es un tipo como tú, siempre dispuesto a ayudar sin rencores, para poder llorar. Él lo que busca es un hombro para apoyarse, ya se le acabaron los que estas alturas todavía podían interesarse en sus ofertas”.
Otra llamada de un bronquero del barrio en Labana: “Oye brother, te llegó el momento, hay cosas que no aguantan otro ademán…”.
Llamada desconocida. Riiiiinnnnggggg. Yo: “Dime algo que no tenga que ver con el pobre tipo, please”. Reconozco su voz: “¿De qué hablas? ¿Estás acabado de levantar?”.
Yo: “No man, es que ya me tienen jodido con la historia del pobre infeliz”. Él: “Ah sí, ya sé, por eso te llamaba... ¿qué vas a hacer?”.
Nada man, ¿qué puedes argumentar o enseñarle a un tipo que después de la media rueda lo único que ha demostrado es precisamente incapacidad para aprender? Y que para no dejar dudas sólo se empeña en demostrarlo, como si su problema fuera una inquietud universal. Si fuera quien dice, cumpliría al menos sus amenazas. La que me hizo a mí, después de avergonzarlo en público, caducó hace ratón y queso. El queso decidí comérmelo, el ratón está todavía tras la melodía de Fidelín, que se escucha en los cayos desde La Habana, o mejor dicho, Labana, como dice Landy (Orlando Luis Pardo Lazo), a quien él trata de disminuir por reconocerlo como uno de los pocos grandes de Cuba.
Así es la vida. Si eres de los atacados, estás a salvo contigo mismo, que al final es lo que cuenta.