La expansión territorial nazi tuvo lugar mediante la guerra más sangrienta ocurrida jamás, y los crímenes más atroces, pero el comunismo, desde sus orígenes, igualmente planteó establecer la dictadura del proletariado a nivel planetario por medio de la violencia y no por la vía democrática de las urnas.
Desde la Internacional Comunista dirigida por Carlos Marx, el comunismo propugna la revolución social para imponerse a como dé lugar. Como decía el Che Guevara, convertir a cada revolucionario en “una perfecta máquina de matar”. La Unión Soviética expandió el socialismo a punta de bayoneta por Europa del Este y parte de Asia. Cuba desde los años 60 diseminó por Latinoamérica guerrillas rurales y urbanas que asaltaban bancos y cometían atentados terroristas. El plan de Castro y el Che era imponer continentalmente el comunismo.
En cuanto a represión, los nazis sobrepasaron todos los límites del horror, pero Stalin, Mao, Pol Pot, etcétera, no fueron monjitas de la caridad. Mataron o provocaron la muerte por hambre de cien millones de personas, según el Libro negro del comunismo, un estudio realizado por profesores europeos, casi todos de izquierda, y publicado en 1997.
En Cuba, según fuentes independientes, han sido fusilados unos 5,500 opositores desde 1959, muchos in situ, sin proceso legal alguno. En los diez meses que estuvo al frente de la Fortaleza de La Cabaña, el Che Guevara ordenó la ejecución de 209 opositores sin el debido proceso legal, a muchos de los cuales él voluntariamente dio el tiro de gracia en la cabeza, con su propia pistola.
El 17 de abril de 1961, horas después de Castro declarar el carácter comunista de la revolución y mientras desembarcaba una brigada de cubanos exiliados por Bahía de Cochinos, fueron arrestados y enviados a instalaciones y campos de concentración unos 340,000 ciudadanos, sin juicio, sólo porque no simpatizaban con el gobierno.
Entre 1960 y 1971 miles de familias campesinas fueron sacadas de sus hogares y tierras en la provincia central de Las Villas, donde unos 3,000 opositores se alzaron en armas contra Castro en los años 60, y reubicadas a la fuerza en la provincia occidental de Pinar del Río, a 400 kilómetros de distancia, lo que generó los llamados Pueblos Cautivos, 21 en total, aldeas-presidios al estilo de las de Siberia durante la época de Stalin. Muchas de las mujeres fueron sacadas de esos pueblos cautivos y llevadas con sus hijos para el reparto Miramar, en La Habana, separando a las familias como en Cambodia.
Hoy las torturas psicológicas y físicas siguen vigentes en Cuba. La frase “pásale la mano” es común entre los jefes de prisiones para ordenar palizas a los presos de conciencia “que no se portan bien”.
En fin, parafraseando a José Martí –y salvando las circunstancias y el simbolismo patriótico de la frase martiana— es evidente que el comunismo y el fascismo son del totalitarismo las dos alas. O dicho popularmente, son el mismo perro con diferente collar.
Desde la Internacional Comunista dirigida por Carlos Marx, el comunismo propugna la revolución social para imponerse a como dé lugar. Como decía el Che Guevara, convertir a cada revolucionario en “una perfecta máquina de matar”. La Unión Soviética expandió el socialismo a punta de bayoneta por Europa del Este y parte de Asia. Cuba desde los años 60 diseminó por Latinoamérica guerrillas rurales y urbanas que asaltaban bancos y cometían atentados terroristas. El plan de Castro y el Che era imponer continentalmente el comunismo.
En cuanto a represión, los nazis sobrepasaron todos los límites del horror, pero Stalin, Mao, Pol Pot, etcétera, no fueron monjitas de la caridad. Mataron o provocaron la muerte por hambre de cien millones de personas, según el Libro negro del comunismo, un estudio realizado por profesores europeos, casi todos de izquierda, y publicado en 1997.
En Cuba, según fuentes independientes, han sido fusilados unos 5,500 opositores desde 1959, muchos in situ, sin proceso legal alguno. En los diez meses que estuvo al frente de la Fortaleza de La Cabaña, el Che Guevara ordenó la ejecución de 209 opositores sin el debido proceso legal, a muchos de los cuales él voluntariamente dio el tiro de gracia en la cabeza, con su propia pistola.
El 17 de abril de 1961, horas después de Castro declarar el carácter comunista de la revolución y mientras desembarcaba una brigada de cubanos exiliados por Bahía de Cochinos, fueron arrestados y enviados a instalaciones y campos de concentración unos 340,000 ciudadanos, sin juicio, sólo porque no simpatizaban con el gobierno.
Entre 1960 y 1971 miles de familias campesinas fueron sacadas de sus hogares y tierras en la provincia central de Las Villas, donde unos 3,000 opositores se alzaron en armas contra Castro en los años 60, y reubicadas a la fuerza en la provincia occidental de Pinar del Río, a 400 kilómetros de distancia, lo que generó los llamados Pueblos Cautivos, 21 en total, aldeas-presidios al estilo de las de Siberia durante la época de Stalin. Muchas de las mujeres fueron sacadas de esos pueblos cautivos y llevadas con sus hijos para el reparto Miramar, en La Habana, separando a las familias como en Cambodia.
Hoy las torturas psicológicas y físicas siguen vigentes en Cuba. La frase “pásale la mano” es común entre los jefes de prisiones para ordenar palizas a los presos de conciencia “que no se portan bien”.
En fin, parafraseando a José Martí –y salvando las circunstancias y el simbolismo patriótico de la frase martiana— es evidente que el comunismo y el fascismo son del totalitarismo las dos alas. O dicho popularmente, son el mismo perro con diferente collar.